El sueño multicultural de Europa deviene en pesadilla

Cuando, en 1998, se realizó el mundial de fútbol en Francia, primó un llamado al encuentro multicultural que envolvió a toda Europa, incorporando mano de obra norafricana y asiática, en particular, de las ex colonias europeas y, en el caso de Alemania, de la inmigración proveniente de Turquía.

No hay nación europea que no cargue con los pecados de su pasado colonialista, pero lo que no ocurrió en este planteo multicultural fue que, aquellos llegados de otras tierras —en particular, los musulmanes— cumplieran con el viejo dicho español de «a donde fueras, haz lo que vieres». Hoy, la consecuencia de esta situación le está estallando en la cara a estas sociedades.

Desde la llamada «Primavera Árabe», la inmigración proveniente de países que son comúnmente denominados como «árabes» se está dando en oleadas incontenibles. Según diversas publicaciones basadas en los testimonios de los propios inmigrantes ya establecidos en Europa, y funcionarios de los diversos país, el costo de llegar al viejo continente implica pagar: €18 por el salto de una valla, entre €200 y 700 por cruzar el estrecho de Gibraltar, y hasta €5.000 si el viaje es en moto de agua. Europol estima que, en promedio, un inmigrante paga entre €2.000 y 5.000 por el viaje completo hasta Europa.

Hay diversos interrogantes al respecto de cómo hace alguien que proviene del África Subsahariana para reunir ese dinero, que es el costo de una sola persona. Tampoco se sabe cuánto pueden llegar a pagar por todo un grupo familiar. Y organizaciones como Open Arms se han convertido en un instrumento de búsqueda y rescate de migrantes en el Mediterráneo, en donde ya nadie se atreve a dar un estimativo de cuántos miles o cientos de miles ya han muerto intentado estos cruces.

La dirigencia italiana se ha enfrentado fuertemente con estas organizaciones a las que no consideran de carácter solidario, sino partícipes necesarios de la inmigración ilegal. Es tan fuerte el enfrentamiento, que Open Arms se ha querellado con el dirigente Mateo Salvini, el vicepresidente de Giorgia Meloni. La mandataria italiana expresó este sábado su «total solidaridad» con Salvini para quien la Fiscalía pide seis años de cárcel, tras haber impedido el desembarco de 147 inmigrantes que estaban a bordo del barco humanitario español Open Arms en 2019, cuando él ocupaba el cargo de Ministro del Interior.

Esta actitud por parte del gobierno de Italia llevó a que, en este verano boreal, la ruta elegida para la entrada a Europa haya sido la que pasa por Canarias, comunidad que está desbordada y clama por la ayuda de Madrid ante esta situación explosiva. Todo esto coloca al viejo continente ante un conjunto de situaciones de extrema violencia.

Meloni ha firmado un acuerdo con Albania para llevar a los migrantes considerados peligrosos a un centro de internamiento. Esta postura —avalada por la presidenta de la Unión Europea, Úrsula Von Der Leyden— esta hoy frenada por una decisión de un tribunal italiano. Obvio es que el gobierno de Meloni va a apelar, en una pulseada que toda Europa mira con asombro y expectativa.