La expresión «eppur si mouve», según la leyenda, fue susurrada por Galileo Galilei ante el tribunal eclesial que lo obligó —mediante tortura— a abjurar de de su afirmación de que la Tierra gira alrededor del Sol.
Hoy, pese a la presión y los crímenes cometidas en Ucrania, las naciones que una vez integraron el Imperio Soviético se mueven buscando su libertad y la pertenencia a occidente. Los hechos ocurridos en estos días en Tiblisi, la capital del estado caucasiano de Georgia, recuerdan a la fenomenal batalla del Maidan llevada adelante por los ucranianos para sostener su decisión de impulsar la integración de su país a la comunidad europea rompiendo así con el zarato ruso.
Hace una semana, Euronews graficaba lo que está ocurriendo en Georgia de este modo: «Miles de personas exigieron este miércoles a las autoridades georgianas revocar la controvertida ley de agentes extranjeros, aprobada ayer en primera lectura por el Parlamento del país caucasiano. “Las autoridades no hablan con nosotros y somos más de 100.000 personas aquí”, dijo durante la protesta en Tiflis el diputado opositor Gueorgui Vashadze. El Gobierno, por el momento, no ha compartido sus estimaciones acerca del número de los participantes en la manifestación, que fue creciendo conforme avanzaba la jornada y congregó a más de 15.000 personas por la tarde, según periodistas locales. Vashadze dijo que los manifestantes exigen revocar la polémica norma, tachada de “antidemocrática” por la oposición. “Vamos a cercar el Parlamento de una manera pacífica”, dijo dirigiéndose a los presentes en la movilización».
Finalmente, no hubo nada pacífico en la demostración, y los enfrentamientos terminaron siendo muy intensos. Las acciones fueron en expresión de la oposición a una ley similar a las que rigen en Rusia y Bielorrusia que permiten deportar, anular la ciudadanía y encarcelar a quienes reciban fondos extranjeros para llevar adelante actividades culturales o de divulgación ya sea en plataformas o en medios impresos.
Los datos reflejan que el 80% de la población georgiana quiere integrarse a la Unión Europea. Ahora, los manifestantes han reclamado que el gobierno renuncie y que se haga un llamado a elecciones Es, sin dudas, un golpe más a las pretensiones de Vladimir Putin, quien mantiene en Georgia, al igual que en Moldavia y —obviamente— en Ucrania a organizaciones separatistas para que busquen tanto evitar la ampliación de la Unión Europea, como crear condiciones para sostener la idea de un gran zarato ruso.
Hoy las manifestaciones en Georgia continúan y en la plaza frente al parlamento se ven banderas tanto de este país, como de la Unión Europea y de Ucrania. Los países una vez sometidos al yugo soviético tienen claro su pasado y su presente, y la idea cierta de que el futuro no va por la vía que Putin propone a estas naciones milenarias, orgullosas de su lengua y de su historia. Los jóvenes, que son mayoría en las calles, expresan en sus pancartas que no van a retroceder en sus ansias de libertad.
Nada de todo esto estaría ocurriendo si no fuera por las tecnologías contemporáneas que abren fronteras y mentes al conocimiento común.