En 1998 se celebró en Francia el Mundial de fútbol. A su retorno del mismo, un ex dirigente político de Mar del Plata, quien había vivido en Europa en los setenta en carácter de exiliado, señalaba la supremacía cultural francesa ante su par de los Estados Unidos, por haber elegido el multiculturalismo como vía para la inserción de los inmigrantes de los ex territorios coloniales. El concepto de multiculturalismo nace de los dirigentes europeos, en particular de aquellos que, provenientes de la izquierdas derrotadas por la caída del bloque soviético, ven en él una respuesta a la idea de la globalización impulsada por Estados Unidos. Es también la consecuencia de la mala conciencia europea por su pasado colonial. Las naciones europeas en su conjunto dominaron en África y Asia en particular -anche países árabes- las economías de esos puntos del planeta para su beneficio.
Mala conciencia y necesidades geopolíticas estratégicas trajeron este combo malicioso que hoy es parte del cóctel explosivo del jihadismo que azota a Europa y da lugar a lo que hoy se llama islamofobia. Los asesinos de los caricaturistas de Charlie Hebdo y del supermercado kosher de París salieron de las entrañas del multiculturalismo, opción política desarrollada en Europa que ha dado este engendro malicioso y mortal.
Bien ha señalado el presidente de la unión americana, Barack Obama, en conferencia conjunta con el premier británico David Cameron, que a diferencia de lo que ocurre en Europa, en su país los ciudadanos de confesión islámica “se sienten estadounidenses”. La idea de la integración fue reemplazada en Europa por la idea del multiculturalismo, que devino en la captación de inmensas barriadas por partes de actores religiosos que impulsan la “sharia”, ley islámica que pretende estar por encima de las leyes civiles de cada nación. El contagio es tal, que en doscientas escuelas francesas, alumnos se negaron a cumplir el minuto de silencio en honor a las víctimas.
Además de la “islamofobia”, la otra cuestión que sacude a Francia hoy es la “judeofobia”, que ya provocó que en 2104, miles de familias judías emigraran a Israel. El presente es ominoso en Europa, pero el fenómeno de la extensión de la aplicación de la sharia está presente en todo el planeta, financiado por Irán y Arabia Saudita, enfrentados en las dos visiones antagónicas del Islam desde la muerte de Mahoma. Sentados sobre miles de millones de dólares y con toda la tecnología desarrollada por Occidente para manejarse en la red, la actividad de reclutamiento ideológico/religioso/cultural no deja espacio alguno por explorar. En Mar del Plata ya hay dos mezquitas, y el “sheij” Kamel Gómez hace un intenso proselitismo para convertir a los argentinos, básicamente enfocados en el trabajo sobre los trabajan jóvenes. Gómez revela en un distraído reportaje del diario La Capital que “no llevan una política de proselitismo” para “salir a convertir” fieles al Islam. “Aun así, todos los años hay personas que nos piden estudiar la religión”, dice con una inocencia poco creíble.
El tema es global, y tiene por objeto llevar a cabo una remoción geenralizada de las religiones con un propósito de dominación mundial.