La caída de Dilma Rousseff y la marcha por el revocatorio de Nicolás Maduro en Venezuela marcan a fuego el momento que vive América del Sur, en un contexto internacional recesivo que agudiza las tensiones de estas naciones.
Expresiones que hablan de golpe de estado institucional en Brasil, o de conspiración golpista en Venezuela, fueron refutadas de plano por el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti en declaraciones a medios de la Argentina y del país charrúa. Señaló el exmandatario: “Es una grosería intelectual y una inmoralidad hablar de un golpe de Estado cuando es un trámite constitucional de nueve meses con todas las instancias cumplidas”, para ahondar en la idea y expresar que el otro proceso de impeachment en la historia de Brasil culminó con la renuncia del presidente Fernando Collor de Mello en 1992. “Como era de derecha no se dijo nada, y como este es populista, más o menos de izquierda, hay todo un escándalo”, dijo el referente del Partido Colorado.
Sanguinetti ha sido un crítico de la llamada alianza bolivariana desde que los dólares del barril de petróleo a cien dólares o más le dieron a Hugo Chávez el poder de armar grupos que lo secundaran en su retórica antiimperialista, como quedó ciertamente expresado en Mar del Plata en ocasión de la Cumbre de las Américas.
Cristina Elisabeth Fernández viuda de Kirchner se ha unido a las voces de Rafael Correa, de Ecuador, y Evo Morales, de Bolivia; juntos, han caracterizado lo acontecido en Brasil de traición democrática. Lo que todos eligieron callar, no obstante, es que ambos procesos, el venezolano y el brasileño, al igual que el concluido en la Argentina por el voto popular que introdujo un cambio del signo político del gobierno, son repudiados masivamente por sus respectivas sociedades, por la híper corrupción que involucró y signó a los mismos.
Tal como bien señalara Sanguinetti, el gran telón de fondo de la destitución de Dilma es la “corrupción sistémica” del Partido de los Trabajadores (PT). “Es lo que le da un valor moral al pronunciamiento en contra de la Presidente”. Un valor moral que implica un cambio esencial en la cultura de estas sociedades, que ya no toleran la corrupción y que han aprendido, a un alto costo, que el enriquecimiento de las minorías del poder es a costa de la calidad de vida de las mayorías.
La caída de Rousseff, la fuerte oposición social que enfrenta Maduro en Venezuela y el reclamo de cárcel a los corruptos en la Argentina son un escenario de cambio que la continuidad democrática está forjando, en un alumbramiento de una nueva conciencia política y social que anida en las generaciones más jóvenes e impacta todo el tejido social.