La muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, es un golpe maestro de las fuerzas armadas israelíes y de sus servicios de inteligencia.
Cuando aún el mundo estaba en shock luego de la operación con los beepers, seguida de la operación con los handys, el impacto en el búnker a 75 mts de profundidad con eficiencia absoluta que terminó con toda la línea de mando de Hezbollah dejó a la organización político-criminal a la absoluta deriva.
Sumido en el odio desde siempre, Nasrallah es el cerebro que autorizó el atentado a la AMIA en julio de 1994. Su reacción a las acciones de Israel fue amenazar a la comunidad cristiana del Líbano. En uno de sus habituales videos, Nasrallah trató de traidora a la comunidad cristiana del Líbano. Esencialmente dijo: «Lo ocurrido es una gran lección para los libaneses y permítanme decirlo en especial para los cristianos y un gran escándalo para las fuerzas armadas libanesas como ara Kata ‘eb (partido cristiano) sembradores de discordia buscan la guerra civil. Es así me refiero a los que enviaron mensajes a la gente que vive en Jbil y Keserwan». Indignado, apuntando con el dedo índice, apreciaba que lo ocurrido es un antecedente muy peligroso e imposible de eludir. No fue un mensaje cualquiera: era un mensaje de advertencia, de que estaban por volcar su criminalidad hacia los cristianos que, en la década del 1970, eran una mayoría, y hoy son una minoría cada día más acuciada. Fue contundente la reacción de los libaneses cristianos, la minoría suní y los drusos en Israel, Siria y el propio Líbano, que han llenado las calles exclamando su algarabía por la muerte de Nasrallah y su cohorte criminal.
En el contexto de la euforia en Israel y buena parte del mundo, hay que entender que la historia no ha terminado: hay aún 74 rehenes con vida y un total de 116 que Israel procurará recuperar para dar justa sepultura. El líder sobreviviente de Hamas, Yaya Sinwar, ha cortado toda relación y contacto con el mundo exterior sabiendo que la inteligencia israelí lo buscará hasta dar con él; si que ya no lo ha hecho.
Irán está acorralado: fue a fondo entendiendo que la crisis política de Israel acaecida en 2023 debilitaba a la nación para enfrentar una respuesta fuerte ante la agresión que se planifico en Teherán y que se ejecutó casi ya hace un año en contra el pueblo de Israel. La respuesta es contundente y está destinada a marcar el principio del fin de la autocracia iraní, gestora de tanta cruel inhumanidad en el mundo.
La visión de sometimiento de otros pueblos mediante la violencia y la conversión, está hoy al orden del día en Europa, en donde ya comienza una reacción que preanuncia nuevas tragedias.