El día que Alberto Fernández lanzó la cuarentena que fue eterna, hizo saber que la prohibición de circular era absoluta salvo para 23 actividades consideradas esenciales, al tiempo anunció que serian implacables con las sanciones.
La política era el miedo y la conculcación de derechos constitucionales en nombre de la vida y ante el espanto de la muerte. El mismo día en que recibía al director de Pfizer Argentina, ingresaba a Olivos Sophia Pachi, asesora y amiga de Fabiola Yáñez, a quien púdicamente los medios barriales de CABA denominan “Primera dama”. Pachi estuvo en Olivos durante la cuarentena en 67 ocasiones. El CEO de Pfizer no volvió nunca.
La ejemplaridad que se reclama para la función pública dice que nada de lo que se anuncia o expresa se admite como alejado de lo que se hace. Obvio que las planillas de acceso a Olivos reveladas por la iniciativa de Gonzalo Vergareche (@gonziver en Twitter) exponen la frivolidad y la ausencia de ejemplaridad del presidente de la nación y de su séquito.
Han fallecido 105 mil argentinos y contando. Nada de lo anunciado se cumple en materia de vacunación y día a día se montan relatos que buscan generar un espacio de optimismo en la sociedad que se estrella contra la realidad. El ex ministro Daniel Gollán —quien hizo de conculcar derechos la clave de su política nada sanitaria— justifico el “pogo” en el Ministerio de Salud provincial como la “consecuencia de un momento de emoción”.
Emoción tienen los argentinos que perdieron sus trabajos y los que cerraron sus negocios por miles en tanto debían escuchar que en el gobierno anterior todo era peor. La brutalidad discursiva parece no tener límites. Reina por todo lo alto Jhosep Goebbels. El primer principio de la propaganda que dice: “Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo“. Léase: “ah, pero Macri”.
Cuatro millones de asalariados perdieron su trabajo en 2020. No es la pandemia es la praxis de matriz ideológica marxista que busca someter a todos a la férula del Estado. Los planes anunciados como el IFE y los programas de soporte a empresas fueron escasos y a nadie “salvaron” de una debacle feroz.
Cerrar todo fue una opción ideológica. Nunca fue un imperativo epidemiológico. El manejo de los cierres debe ser flexible, dinámico y puesto en los sectores vulnerables. Jamás ocurrió. Un ejemplo cierto son las restricciones a los pasajeros de viaje que se encuentran fuera del país. El gerente general de Lufthansa, Felipe Bonifatti, lo dijo claramente en la 99.9: “el gobierno brasilero no ha puesto restricciones ni en las salidas de las llegadas de la cantidad de vuelos ni pasajeros desde el comienzo de la pandemia. Se exige que los pasajeros que ingresen en calidad de turistas lleven una prueba PCR negativa hecha unas horas antes de la llegada al país”.
No es la pandemia, es el gobierno.