Acuciados por la culpa de los saqueos y desquicios llevados adelante en territorios del Islam por siglos, intelectuales europeos, principalmente, han adoptado la idea romántica del Islam como una religión de paz. Es habitual ver que la izquierda europea y los partidos de corte liberal hablan de saber comprender y tolerar las diferencias culturales.
Un conjunto de situaciones que no hablan de política entre naciones, sino de dominio de un grupo de sujetos sobre otros, cuestionan hoy esta visión edulcorada. El caso de Farzana Parveen, la paquistaní asesinada el pasado martes por los varones de su familia frente al Tribunal Supremo de Lahore, conoció un quiebro insospechado al trascender que su marido mató hace seis años a su primera esposa para casarse con la joven.
Según fuentes de la investigación, después de aquel suceso el hombre —un agricultor de 45 años— no logró ponerse de acuerdo con la familia de Farzana en torno al dinero de la dote para casarse con ella. No obstante, la joven decidió irse con él por amor (o por rechazo a la alternativa que le ofrecían su padre y sus hermanos), y la familia decidió utilizar el recurso que establece la Sharía, la ley islámica, para limpiar el «honor mancillado» por un adulterio. Farzana, embarazada de varios meses, fue lapidada ante la pasividad de lospolicías por el padre, los dos hermanos y un primo cuando acudió al máximo tribunal de Lahore para defender su matrimonio. El padre está detenido, pero no el resto de los asesinos.
La barbarie machista del suceso no se quedó ahí. El marido de la infortunada, Mohammad Iqbal, declaró a France Presse que había estrangulado a suprimera mujer hace seis años «para casarse con Farzana». El asesinato fue denunciado por el hijo, y Mohammad fue detenido. Durante su proceso, padre e hijo se pusieron de acuerdo en una «diya» o «precio de sangre», y finalmente el asesino fue puesto en libertad. La «diya» es el procedimiento utilizado en Pakistán para eludir la Justicia en los llamados «crímenes de honor»: una vez que el asesino de la víctima paga a la familia de esta, el caso es de inmediato sobreseído.
Menos brutal pero no menos significativo es lo que ha ocurrido en Irán con seis jóvenes que tuvieron la osadía de interpretar su propio video del tema “Happy”: fueron detenidos y obligados a arrepentirse en la televisión estatal por haber cometido el “grave crimen” de proclamar ser “felices en Teherán” en un video musical ‘amateur’ publicado en YouTube.
El incidente tuvo lugar sólo unos días después de que el presidente iraní, Hasan Rohaní, denunciara que la censura en Internet es una medida “cobarde”. El mes pasado los jóvenes subieron a YouTube un video grabado con un iPhone que los muestra bailando y cantando, y lo promovieron en las redes sociales Facebook e Instagram, participando en un fenómeno global en línea que consiste en publicar cientos de versiones de la canción ‘Happy’ (‘Feliz’) del rapero estadounidense Pharrell Williams. Liberados dos días más tarde, aún están sometidos a la acción de la autoridad religiosa iraní.
“Felices en Teherán” fue visto más de 165.000 veces en YouTube antes de atraer la atención de la Policía iraní y pasar a ser privado. El jefe de la Policía de Teherán describió el video como “un clip vulgar que perjudica la castidad pública”. Mientras tanto, la semana pasada, en un discurso, Rohaní argumentaba que habría que celebrar la existencia de Internet en lugar de verlo como una amenaza. “El ciberespacio debe ser visto como una oportunidad que facilita la intercomunicación incrementando la eficiencia y creando puestos de trabajo”, sostuvo el político en su cuenta de Twitter. Pero, evidentemente, no la posibilidad de ser “happy”.