La creación del Estado de Israel es la consecuencia directa de la atormentada consciencia occidental tras el genocidio nazi. La lucha de los sionistas por un hogar nacional para el pueblo judío se pudo hacer realidad sólo sobre los seis millones de vidas humanas asesinadas con eficacia industrial, pero el precio en sangre, lo siguen pagando hasta el día de hoy.
La primera guerra árabe-israelí se inició el mismo día de la declaración de la independencia de Israel en 1948 y se prolongó hasta 1949. Si las luchas por la tierra se pagan con sangre, el pago del pueblo hebreo sigue hasta hoy.
La «cuestión Palestina» es el producto del odio al judío que anida profundamente en toda la cultura islámica. No es diferente del odio al cristiano, aunque miles en Europa y América —por ignorancia o sevicia— no lo adviertan.
El movimiento de Lausana iniciado por el polémico pastor Billy Graham lleva un detallado conteo del sufrimiento en países islámicos de quienes se definen como seguidores de Jesús. En su datado trabajo en su página el movimiento de Lausana señala: «Más de 360 millones de cristianos viviendo en lugares donde experimentan altos niveles de persecución y discriminación. 5.898 cristianos asesinados por su fe asesinados por su fe, 5.110 iglesias y otros edificios cristianos atacados, 6.175 creyentes detenidos sin juicio, arrestados, condenados o encarcelados,3.829 cristianos secuestrados».
Victimas sin nombre, tumbas sin fecha, cuerpos sin identificar. La cuestión a la que se enfrenta Israel preanuncia lo que ya es un drama en curso en Europa, un continente judeofóbico que no aprende de sus pecados. Aquí se vive el mal entrópico que sembró la ex unión soviética y su visión imperial del poder, hoy expresado por el cruel régimen de los mullah iraníes.
A como dé lugar, la extensión y la violencia de la guerra iniciada cruelmente por Hamas presupone un estadío: no es posible creer que habrá un final de la historia. Solo un cambio de paradigmas globales que pongan la búsqueda de la paz sin condimentos, podrá lograrlo.
Hoy el tablero global se movió una vez más a medio oriente en un planificado y cruel golpe que ve a los humanos como piezas de un juego y no como la sagrada expresión de la vida misma. Los mullah iraníes, de crueldad infinita, asesinos de su propio pueblo, lanzaron a Hamas a una carnicería brutal sólo para desatar los demonios de la guerra. La población civil de la franja de Gaza paga el precio de un juego de poder que no los considera humanos, sino objetos. Piezas del tablero del juego del poder.
La sobrevivencia de Israel y la de Ucrania —otra nación mártir— son piezas clave en este juego en el que los autócratas del mundo —que buscan sodomizar a occidente— juegan impiadosamente.