La droga, los muertos, el negocio y nosotros mismos

edi971
Cinco de las víctimas de la fiesta Time Warp ya no están entre nosotros, recordemos sus nombres: Nicolás Becerra, Francisco Bertotti, Bruno Boni, Martín Bazzano y Andrés Valdez. Esos jóvenes fueron a una fiesta electrónica a compartir un ámbito de diversión, con características globales y riesgos ídem.

En el plano judicial de la tragedia, el fiscal Federico Delgado avanza en una cruzada que ya es más personal que jurídica. La detención de Víctor Stinfale es un dato que para aquellos que sueñan y actúan por una sociedad a derecho, debería espantarlos. Es que no se trata aquí de las cualidades morales de Stinfale, o de lo que su figura señala o representa, sino de los hechos que dan relevancia y visibilidad a las víctimas del consumo de drogas, en este caso en una fiesta electrónica en la que hallaron su muerte.
Para el fiscal Delgado, Stinfale es responsable y real dueño de la organización de una fiesta que atrae a miles de jóvenes en Argentina y en el mundo, y que a su vez es parte de una subcultura global en la que las drogas son consideradas parte del ritual. Sin embargo, la situación esconde una gran falacia: miles, millones de jóvenes concurren, y no se drogan. No es un “todos” ambiguo y culposo el que logre explicar lo que ocurre.
La detención de Stinfale se da en un marco, cuanto menos, extraño. El cronista de TN Ignacio González Prieto afirma que el fiscal tenía a la organización de las fiestas electrónicas en la mira desde 2003, precisando que Delgado llevaba “la sangre en el ojo” por la negativa de los jueces de Comodoro Py en avanzar en su línea de investigación. Federico Delgado abreva en la inteligencia de la central paralela del legislador por CABA Gustavo Vera, también conocido como “el legislador del papa Francisco”. Los temas, nobles cuestiones por las que abogar, son la trata, la droga y sus implicancias con el poder político. Sin embargo, la enunciación de los temas por sí solos no hacen que las cosas mejoren, mucho menos cuando se tuercen los procedimientos que ponen en entredicho la legalidad, cuestión vertebral si las hay en un estado de pleno y consagrado derecho.
Víctor Stinfale aspectará como cada uno quiera percibirlo. No es un ejemplo de persona de derecho, sin dudas. Sin embargo, conocedor de los vericuetos legales en profundidad, se le debe reconocer que no dudó en ponerse a derecho cuando se enteró por los medios de comunicación que Delgado pedía al juez Casanello que lo detuvieran. No estaba aceptada aún la petición del fiscal cuando se hizo presente, y luego de declarar por más de diez horas, quedó detenido por riesgo de fuga. No será este capítulo una pieza noble del accionar del servicio de justicia.
Nadie recuerda ya a los muertos, nadie sabe del dolor de sus familias. La lógica de la causa va por el hacinamiento y el valor de las botellas de agua. Los dealers que vendían en la fiesta están ausentes del escrutinio legal, social y mediático, y parecerían hoy ser los grandes triunfadores entre tanto dolor, a salvo y con el camino allanado para seguir en el negocio. El narcotráfico celebra, y su eventual conquista debería ser un camino de migas o luces fosforescentes para construir legalidad en los procedimientos, para así conseguir finalmente efectividad y justicia.