Ante la incapacidad policía, el PJ y la izquierda van otra vez por la violencia en situaciones que se reflejan a diario en los medios y provocan el reiterativo sonsonete de editoriales que advierten, con preocupación, que hay que escuchar al viento.
Que la violencia está instalada en el escenario político del país es un dato que, en esta era de fuertes disonancias cognitivas, cuesta asumir. No es algo nuevo: la violencia ha sido la compañera incordiosa y cruel de la naturaleza humana desde siempre. La pregunta es cuál es el nivel de violencia que impera hoy en el país, y a quién le sirve.
La historia Argentina está signada por las acciones de grupos políticos muy pequeños que nunca lograrán aceptar que nuestro país elija libremente un modo de funcionar distinto al que ellos impulsan y en donde la violencia sobre el otro es la clave para obtener y sostenerse en el poder.
Los hechos hablan por sí solos: en esta semana se vieron acciones propias del activismo de izquierda pro palestino, es decir, a favor del pogromo del 7 de octubre del 2023 y del exterminio de la población israelí que se dio en respuesta a una manifestación como nunca se vio en el país —quizás, una de las más numerosas a nivel mundial— a favor de Israel que se dio en la ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, están las situaciones que rodearon al ataque criminal que sufrió el influencer liberal Fran Fijap, admirador de Milei. Ambas situaciones son del mismo cuño. En el ataque al twittero se pudo ver el rostro real de la sociedad argentina en la persona de Matías Vincent, un pibe que se gana la vida como delivery y que acudió en auxilio de Fijap sin saber quién era, pero sí repudiando, con sus actos, la violencia de quienes se atribuyen la representación de «los trabajadores».
Estos hechos acontecidos en nuestro país en los últimos días muestran a las claras que hay algo en curso, y que es el desgajamiento del PJ kirchnerista. Estas situaciones no son otra cosa que un nuevo enfrentamiento entre grupos políticos emanados del justicialismo que emplean su metodología preferida, es decir, la violencia, como instrumento de la acción política. ¿Implica esto un riesgo para la democracia y la paz en Argentina? De ningún modo, es sólo cascarilla política y mediática, por muy repudiable que sea.
Recientemente, el juez Sergio Ramos desestimó una denuncia del editor Jorge Fontevecchia contra el presidente Milei que lo había llamado «periodista ensobrado». El magistrado consideró que «por su carácter de propietario de medios de comunicación y también como columnista del semanario Perfil y de un programa de radio, el querellante cuenta con los recursos para contestar, responder y replicar acusaciones y/o críticascomo las sometidas a estudio”».
Continúa: «En ese marco, el querellante (Fontevechia) se encuentra en un plano distinto del resto de la población, más expuesto al escrutinio y crítica de los distintos sectores (ciudadanos comunes, empresarios, legisladores, miembros del Poder Ejecutivo, etc.)».
No todo es violencia. Hay una disputa feroz de poder en la Argentina y los que se han acostumbrado a jugar con cartas marcadas hoy no reconocen el paño en el que se despliega el juego.