La era que inicia en el ya casi fenecido 2019 marcará la agenda de cara al nuevo decenio que nace sólo en días. Las tecnologías creadas en la década del ‘90 del siglo pasado son hoy el instrumento que las sociedades emplean para expresar sus disgustos ante la acción de la política.
Según señala un informe de Reporteros Sin Fronteras, los términos que vinculan a Facebook y Twitter con los cambios políticos en la denominada “primavera árabe” fueron tendencia en 2010. No obstante, la red es de ida y vuelta, y es usada por los gobiernos para plantar su propia comunicación y mensaje. Lo cierto es que el uso de la conectividad es motivo controversial y su peor rostro es la falacia comunicacional conocida como fake news.
Se vio en Colombia en el momento de mayor tensión contra el gobierno de Ivan Duque al generarse histeria en los barrios de sectores de alto poder adquisitivo cuando se sostenía que grupos vandálicos marchaban hacia los mismos, algo que nunca existió.
Todo pasa por las redes, pero como ha sido históricamente, todo se concluye en la calle cuando el sistema electivo no da respuesta, o cuando la dirigencia propone cambios que, aún siendo necesarios, o quizá impostergables, lo hace extemporáneamente, o sin dar ejemplo de austeridad y compromiso público. Hay un hilo conductor en lo que ocurre o ha ocurrido en Ecuador, Bolivia, Chile, Colombia, Líbano y en Francia, que siempre adelanta lo que marcará el tiempo político y social en Europa.
La agenda social es común a todos: trasparencia, gasto público, prebendas del poder, búsqueda de equidad en la distribución de los recursos. Aspectos ganados por la sociedad, tales como la edad jubilatoria, son un aspecto clave. En Francia, la impactante movilización contra el gobierno de Macron, que superó a la de los chalecos amarillos, tiene a la reforma jubilatoria como gran disparador. Hoy, en Francia, las personas se jubilan a los 62 años. Subir esa edad es clave, porque la creciente pirámide poblacional de la tercera edad impacta sobre la caja del estado, haciendo imposible financiar el sistema a corto plazo.
Quizá falle el mensaje político, quizá no se está explicando de modo entendible o, simplemente, la misma idea de tener que seguir trabajando aún no es soportable para un enorme sector de la sociedad. Lo que es un dato cierto es que la conjunción del malestar social por factores diversos como la corrupción y ausencia de trasparencia administrativa, y la conectividad instantánea, impactan a diario. Así se suceden las novedades globales, creando así mismo un efecto imitativo casi imposible de mensurar.