La corrida cambiaria más la presión política llevaron al Gobierno a cerrar un acuerdo con el FMI que, razonablemente, debe de haber estado en la mente de los funcionarios desde el inicio mismo de la gestión de Mauricio Macri. La situación nunca fue desesperante, como algunos medios capitalinos han intentado dejar sentado: con un Banco Central apalancado en reservas líquidas netas de algo más de 55.000 millones de dólares, la lectura política y las circunstancias reales que se atraviesan son bien otras.
El universo de los opinadores económicos hablaba de una ayuda máxima para la Argentina de 25.000 millones de dólares, 3 meses de debate para obtener el acuerdo y condiciones de máxima en función de valor del dólar, tarifas públicas y achicamiento del rojo fiscal. Salvo en el último ítem, marraron en todo, sencillamente porque se manejan con el libreto de una película vieja en blanco y negro sin remasterizar. El acuerdo se cerró en 72 horas desde la presentación argentina hasta el comunicado de aceptación del FMI, seguido por otro que indicó que el Banco Mundial y otros organismos multilaterales aportarán otros 5.600 millones más, atados a obras diversas a ejecutarse en el país; tampoco puede dejarse de lado el swap del Banco Central chino por 11.000 millones de dólares. La foto de Mauricio Macri en primera fila en la reunión del G7 en Canadá, junto a los primeros líderes mundiales y la imagen junto a Christine Lagarde cierran el capítulo simbólico de esta situación que, tal como apuntó el ministro Luis Caputo, asegura el financiamiento argentino más allá de 2020 a una tasa no mayor al 4% anual.
Señaló Guillermo Nielsen, último negociador de la deuda argentina antes de la presente etapa, al diario La Nación: “Fue un trámite súper abreviado. El directorio tiene tres semanas para revisar los acuerdos, en este caso no tuvieron ni dos días. Esto significa que hay una gran predisposición del Fondo para acudir en favor de la Argentina. Lo interpreto como algo positivo a los efectos de lo que quiere hacer el Gobierno”. ¿Y qué quiere hacer el Gobierno? Salir del déficit fiscal, fuente de la recurrente crisis económica argentina que pagan siempre los ciudadanos de a pie.
En los dichos del exfuncionario de Néstor Kirchner hay una mina de información que los medios metropolitanos dejan pasar. Ilustra Nielsen: “Por un lado, el Fondo es distinto. [La ex directora gerente] Anne Krueger no era lo mismo que Christine Lagarde. Hay todo una predisposición distinta. Creo que el Fondo está trabajando para tener una buena experiencia con la Argentina, como para borrar el pasado. Si bien en los dos últimos acuerdos, que fueron los que yo negocié, a la Argentina le fue muy bien, porque no fueron acuerdos contractivos y el país creció, el final quedó envuelto en una mística kirchnerista anti Fondo. Fue cuando Néstor Kirchner le pagó al Fondo antes de tiempo y dio por terminada la relación”. Debería bastar para entender.