Era claro que, cuando sucediera, el fallecimiento de Diego Armando Maradona supondría un evento de enorme impacto. Ídolo de millones en los cinco continentes, se le perdonó una y otra vez lo que a otros les significaría el fin de su carrera, y su calvario público.
Las escenas del desquicio provocado por la irresponsabilidad del gobierno en las exequias que se llevaron a cabo en Casa Rosada provocaron automáticamente la necesidad de crear una distracción que dirigiera la mirada hacia otro lado. Un clásico aprovechamiento del principio de transposición del código de propaganda de Joseph Goebbels: “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Y ahí cayeron los rugbiers de la selección nacional. Los Pumas fueron acusados —sí acusados— de llevar adelante “un tibio homenaje a Maradona”. El titulo no es de Pagina 12, es de La Nación. El cyber patrullaje aportó en sólo unas horas tweets de integrantes de la selección que, rápidamente, crearon una situación a la cual la dirigencia de la Unión Argentina de Rugby respondió con una suspensión y con la quita de la capitanía a Pablo Matera.
El universo del rugby reaccionó, y se abroqueló defendiendo fuertemente a los cuestionados, y así logró que, la medida, fuera levantada. Un papelón fruto de un esquema social que, antes que pensar y evaluar, actúa por compulsión. La misma compulsión que llevó a los cuestionados a volcar en tweets sus pareceres, por supuesto desafortunados. Hay, en el mundo, una reacción y un cuestionamiento a estas expresiones que se da en todo el planeta, en todos los idiomas.
Pese a la tremenda paliza mediática y en las redes, Los Pumas lograron empatar con los Wallabies y quedar en segundo lugar en el Tres Naciones. Resilencia. Pero, lejos de esta situación, tal como se señala en un párrafo anterior, la preocupación por el lenguaje en las redes ha llevado a crear alternativas con formas y exigencias muy fuertes. Tal es el caso de la propuesta Telephat, creada por Marc Bodnick.
Bodnick señala: “La primera regla es ser amable: no ataques a la gente ni a las cosas que publican. Asume que los demás tienen buenas intenciones”. Dice: “Cuando los usuarios son mezquinos en las redes sociales, suelen tener más visibilidad pero las conversaciones son más tóxicas”. Esa toxicidad es fruto de la propia condición humana, que en las redes se expone brutalmente.
En su decálogo de modos y formas, Bodnick hace hincapié en los ataques a grupos vulnerables como “las mujeres, el colectivo LGBTQ y las personas de color”. Dice: “No puedes atacar a nadie por su raza, religión, etnia, género, orientación sexual o identidad de género”. En este punto, hacen referencia a la paradoja de Karl Popper que señala que, para mantener una sociedad tolerante, es necesario ser intolerante con la intolerancia. Si se incumple cualquiera de estas reglas, la plataforma se reserva el derecho a bloquear y eliminar las cuentas de los usuarios.
No se ve que tome alta prevalencia en los gustos de los usuarios, y es un claro ejemplo que lo que está destinado al cambio no es por color, raza, o religión: es un cambio visibilizado en las redes que impone el mayor y más enorme desafío de la humanidad en esta era.