No se trata solamente de la corrupción —que la hay, a escala brutal: se suceden los gobiernos y la escala de robo al erario público es feroz—, sino de desidia y abandono ante las cuestiones más simples y sencillas de resolver en cuanto a la dinámica de la acción del Estado.
El problema es este Estado autosatisfactivo que sólo piensa en sí mismo y al cual el vecino, el ciudadano, el contribuyente, le incomoda: lo molesta con sus reclamos y urgencias. Lo sucedido con la falta de combustibles no es —como dijeron las empresas refinadoras en un comunicado conjunto— resultado de un nivel de consumo extraordinario. En junio de este año, dos grandes plantas de refinado de combustibles entraron en parada técnica para aggiornar sus instalaciones y adecuarlas a los procedimientos vigentes en materia de cuidado del medioambiente y calidad de comubustible, de acuerdo a las especificaciones que emanan de la zona Euro. No se trató, para nada, de paradas intempestivas.
Tanto es así, que se informó a la Secretaría de Energía el día y la hora en que las plantas iban a dejar de funcionar, tiempo estimado de obras y la fecha de reinicio de actividades. Completando el cuadro, se informó que se debían contratar 18 buques en el período de parada, para así poder compensar el volumen necesario de combustible que iba a faltar en el sistema.
No hay lugar para sorpresas en el negocio de la venta de petróleo y derivados, en el cual los contratos se celebran cuando menos seis meses antes de tiempo. Sólo la desidia y la falta de interés por el ciudadano explican la situación actual.
Al momento de estallar la crisis, con cientos de estaciones cerradas por falta de combustible y miles con cupos limitados para proveer del mismo, tres barcos tanqueros estaban a las puertas de la posta de inflamables en Dock Sud aguardando la orden de ingreso. El por qué, es simple: no se giraron los dólares necesarios para pagar cada carga y así se forjó esta situación en medio de un ámbito crítico para la economía en un período de elecciones.
Un último comunicado asegura que sólo en días u horas el sistema estaría funcionando otra vez de acuerdo a las necesidades del mercado y, para satisfacción de los consumidores que han vivido días de agobio, sin saber —en el caso de quienes trabajan con sus vehículos ya sea en sistemas de transporte y carga o simplemente quienes deben por cuestiones de distancia o necesidad manejarse en algún tipo de rodado— qué hacer para asegurarse el combustible necesario.
Lo que está expuesto, es la desidia y la falta de respeto y consideración a la vida de los ciudadanos de a pie. Tal como se ha señalado, no faltó combustible de aviación para que un jet de la flota de YPF trasporte a Cristina Fernández a El Calafate, a cuenta de todos los ciudadanos del país.