Experiencia esaquella forma de conocimiento o habilidad que puede provenir de la observación, de la vivencia de un evento o bien de cualquier otra cosa que nos suceda en la vida, y que es plausible de dejarnos una marca, por su importancia o por su trascendencia. Nadie parece poder aprovechar la experiencia ajena. Y en la vida de los países, esto se vuelve peculiar.
Los argentinos vemos con asombro cómo los medios europeos revelan a sus lectores las vivencias de la población griega. La isla de Siros, con su elegante capital de Ermoúpolis, ya tiene moneda propia, una alternativa a la divisa que ha hecho tanto daño a la economía griega en los últimos años. Se llama sano -siglas en griego que significan “moneda de trueque de Siros”- y vale exactamente una hora de trabajo; de cualquier trabajo, desde enseñanza hasta psicoterapia, desde fontanería hasta limpieza. Una red local de habitantes de la isla intercambia servicios -y algún producto- registrando sus transacciones digitalmente. “Mañana he quedado en trabajar tres horas en la parcela de una vecina despejando la maleza”, dice Nikolas Sachnikas, estudiante de Diseño de la Universidad de Agea en la isla, que hace un proyecto sobre las redes de trueque. “Tendré tres sanos en mi cuenta y ella tendrá un balance negativo de 3 euros”, añade. Por lo visto, hay una evidente una desventaja en el tipo de aceptación del sano ante el euro.
La experiencia de Siros se multiplica. Tras el éxito de las monedas alternativas en las ciudades de Volos y Patras en la península helénica, donde miles de personas ya pueden intercambiar bienes y servicios básicos sin tener que recurrir al odiadoeuro, las redes ahora se van extendiendo por todo el país, desde Atenas hasta Creta, pasando por islas como Siros y Naxos. Antes de la crisis, sólo había cuatro redes de intercambio alternativo en Grecia; ahora hay 46. En algunas, como en Volos, Patras y Naxos, se ha creado una moneda física que puede usarse en mercadillos para aliviar problemas básicos mediante el intercambio de trabajo, comida o servicios médicos. Estas redes se conocen como sistemas locales de intercambio (LETS, por sus siglas en inglés). Otras redes, como en el caso de Siros, han creado bancos de tiempo en los que se intercambian servicios varios en auténticas redes de trueque como las que brotaron (florecido no sería un término apropiado) en Argentina durante la crisis 1998/2001.
No obstante nada es nuevo o fruto de otras experiencias, aunque sí de la historia, según argumentan sus propios habitantes. “Estamos intentando intercambiar cosas como hacían nuestros abuelos”, dice la psicóloga Filia Mildaki. “No será fácil recuperar el pasado”, advierte. “Hace 40 años, el 30% del intercambio de servicios en esas comunidades se hacía sin dinero, pero a partir de los años 60 todo cambió: llegó el turismo, las rentas de las familias se dispararon y ahora poco se recuerda. Estamos empezando desde cero”.
En las islas más remotas, el enlace entre pasado y presente se mantiene, dice el escritor Roger Jinkinson, residente de la pequeña isla de Karpathos y autor del libro Tales from a Greek island: “Los jóvenes ven que no hay posibilidades de encontrar trabajo ni aquí ni en el extranjero; de modo que cultivan la tierra, cazan cabras montesas y pescan. Y el excedente se intercambia”, explica. “Las alcachofas se reparten entre los que no tienen tierra. Los higos y la fruta de la chumbera se reparten en el cafeneion (cafetería). Son viejas costumbres, pero recobran importancia ahora”.
Caminos transitados ya por la Argentina en sus horas económicamente más aciagas. Una experiencia que no funcionó según su propósito, pero hoy replica en el Viejo Continente. Otras la