Operación telaraña, o el triunfo de David ante Goliat

La magistral operación coordinada por los servicios secretos ucranianos conocida como Operación Telaraña está destinada a reescribir los libros de guerra.

Un ataque de drones de us$500 destruyendo aviones de una flota aérea con capacidad nuclear, ante los ojos impávidos del mundo y del criminal de guerra Vladimir Putin y sus sequito de criminales de guerra, es un hecho inédito en la historia de la humanidad.

No sólo dejó estupefacto al jerarca ruso, sino que dejo en un muy mal lugar —cada día, aún peor—  a Donad Trump, que insiste en ser validador de Putin en una actitud cada vez más difícil de comprender.

Volodomyr Zelinsky celebró la victoria y aseveró que se hizo contra blancos militares legítimos. Tal como han señalado diversos medios, los ojos de la Federación Rusa estuvieron ciegos frente a la cadena de camiones adaptados con suelos y cubierta retráctiles que ocultaban la mercancía letal sobre superficie de madera. Tres modelos de Tupolev quedaron reducidos a un amasijo de hierros. Se trata de los TU-95, TU-160 y TU-22. Como consecuencia, la aviación militar, reconocían los blogueros del Kremlin, verá reducida «significativamente» su capacidad de combate.

La venganza rusa fue, una vez más, atacar blancos civiles indiscriminadamente. Una retaliación que ya había anunciado Donald Trump en su red y que luego borró. La guerra está lejos de detenerse y el apoyo de Europa en particular se ha hecho sentir en el derribo de un avión estrella de la fuerza aérea rusa por un F16 ucraniano.

Los hechos dicen que Rusia no es ya una potencia de primer nivel y los estrategas de la NATO y China están sacando conclusiones de esta guerra que inicio como un paseo, que es un baño de sangre, y que da pábulo a la ambición milenaria de Ucrania de ser una nación libre de la garra del oso ruso.

La capacidad de los ucranianos deja establecido que el zarato ruso solo tiene por destino su ocaso. Las consecuencias del mismo quizá finalmente sean, como dijo Francis Fukuyama, el fin de la historia. Y, obvio, el inicio de otra.