La denuncia fue expresada —inicialmente, como una serie de tweets sobre casos anónimos— por Alejandro Afile. En ella, se narraban una serie de hechos de violencia sexual que, si bien al principio fueron negados, finalmente precipitaron la caída de este ícono de la izquierda anti israelí y pro iraní, cuya saga maliciosa de perversión fue ejercida desde el espacio de poder que ocupaba. Ante esta situación, Predro Brieger ha elegido el silencio, lo que puede entenderse como una admisión abrumadora.
Sin embargo, el impacto —no menor— de esta situación es casi exclusivamente un tema intra medios, que no ha tenido impacto por fuera de dicho ámbito. Los que sí se curaron en salud, fueron los dueños de los medios kirchneristas (así visualizados por el público) que desvincularon a Brieger: primero lo hizo C5N y luego Radio 10. En un sentido mensaje, Eduardo Alberti dijo claramente que nada de lo que rodea el escenario político ameritaba proteger o hacer de cuenta que nada pasaba en un tema tan tremendo.
Ahora, sin la condena al ex gobernador José Jorge Alperovich, probablemente esta historia hubiera sido distinta. La condena de quien fuera el hombre fuerte de Tucumán ha impactado en toda la línea, y hace sentir, de manera clara, que ha comenzado otro época en cuanto a lo judicial en la Argentina.
En el caso de Alperovich, está claro que no fue la condena lo que impactó, sino la encarcelación inmediata que ahora implica que haya sido llevado al pañol en el que están los condenados por delitos sexuales: no pudo gozar del privilegio de libertad hasta que haya sentencia firme, y no le concedieron gozar de detención domiciliaria.
Al no haber denuncias penales —hasta el momento— Brieger ha partido a un ostracismo social fulminante. Nada es más impactante que las declaraciones de la ex esposa del ex presidente Amado Boudou, Agustina Kämpfer, quien señaló que no lo denunció por temor al sector kirchnerista pro iraní, lo cual abre impensadas preguntas e interrogantes al respecto del miedo en el poder. Kämpfer no estaba en cualquier lado: era la esposa del vicepresidente de la nación, y aún así optó por el silencio ante el poder que le atribuyó a un grupo que, a todas luces, consideró capaz de lo peor.
Es el grupo que hoy, ya sin excusas, tendrá en no mucho tiempo más que afrontar las consecuencias del asesinato de Nissman y los atentados a la embajada de Israel en la argentina y la mutual AMIA. Queda claro que el asesinato del fiscal federal tenia objetivos de poder y disciplinamiento que hoy la exposición de Kämpfer dejan expuestos.
Quizá Pedro Brieger sea la punta de otro iceberg: la trama de poder tejida por Irán en nuestro país y de la cual la ex presidenta Cristina Elisabeth Fernández difícilmente pueda eludir responsabilidades, cuando menos políticas.