Donald Trump y la inmigración a los EEUU | No hay nada nuevo bajo el sol: las acciones del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, están arraigadas en antiquísimos prejuicios anti inmigración, que curiosamente son exaltados generación a generación en un país que se forjó con oleadas de inmigrantes.
Un caso elocuente fue el que llevó, en la década del ’30 del siglo pasado, a evitar a gran escala la Shoa (expresión hebrea que define el holocausto). Estados Unidos pudo haber liderado la migración masiva de judíos alemanes entre 1933 y 1939, pero eligió no hacerlo, pese a que claramente se sabía el camino de represión que dicha minoría religiosa pero alemana por nacionalidad estaba atravesando en la Alemania nazi.
Otro caso paradigmático de esta política es el caso del transatlántico alemán St. Louis, que el 13 de mayo de 1939 partió desde Hamburgo (Alemania) hacia La Habana (Cuba). A bordo viajaban 937 pasajeros, casi todos judíos que huían del Tercer Reich. La mayor parte eran ciudadanos alemanes, algunos provenían de Europa Oriental y unos pocos eran oficialmente “apátridas”. Al llegar al destino previsto, los pasajeros se vieron impedidos de desembarcar y fueron remitidos nuevamente a Hamburgo y de allí a los campos de concentración. Las cuotas establecidas en la Ley de inmigración de 1924 limitaban estrictamente el número de inmigrantes que se podían admitir en los Estados Unidos cada año. En 1939, la cuota anual combinada de inmigración germano-austríaca ascendía a 27.370, cifra que se alcanzaba rápidamente. De hecho, ya había una lista de espera de varios años. La única manera de otorgar los visados a los pasajeros del St. Louis era negándoselos a los miles de judíos alemanes que ya habían solicitado un visado. El presidente Roosevelt podría haber emitido un decreto para admitir refugiados adicionales, pero decidió no hacerlo por varios motivos políticos.
Por aquel entonces, la opinión pública estadounidense, a pesar de que simpatizaba ostensiblemente con la situación de los refugiados y condenaba la política de Hitler, seguía favoreciendo las restricciones de inmigración. La Gran Depresión había dejado a millones de estadounidenses sin empleo y temerosos de la competencia económica para los escasos trabajos disponibles. También había alimentado el antisemitismo, la xenofobia, el nativismo y el aislacionismo. Una encuesta de Fortune Magazine realizada en aquellos años indicó que el 83% de los estadounidenses se oponía a la flexibilización de las restricciones de inmigración.
Hoy, en un escenario de crueldad inédita como el que se vive en Medio Oriente, la historia, que insiste en ser circular, transita por el mismo camino. Este sábado, el diario The New York Times informó de las dos primeras víctimas, dos ciudadanos iraquíes que contaban con peticiones de asilo ya aprobadas, y que se encuentran detenidos en el aeropuerto Kennedy de Nueva York. El ícono político de los Estados Unidos, el padre del New Deal, y el presidente más rechazado de la historia coinciden en el mismo carácter de desprecio a la vida humana movidos por razones de política doméstica.
La misma indiferencia bajo el sol.