La desaparición de Santiago Maldonado tiene a diario capítulos mediáticos, auténticas operaciones de inteligencia que buscan cada día generar un título, para mantener así la tensión y el foco sobre el tema, y no dejar caer el debate agrietado, que ya ha quedado en los bordes externos del sentido común.
El diario La Nación atribuyó el rol de “testigo clave” a un joven de 20 años que secunda a Jones Huala, líder de la facción violenta de la comunidad mapuche. El joven de marras señaló que a caballo y con binoculares -que convenientemente “perdió”- no sólo vio cómo se llevaban a alguien que no tiene dudas de que es Maldonado, sino que lo reconoció por una campera celeste que él mismo le había facilitado. Cuando menos, es éste un testimonio lleno de baches e inconsistencias. Mucho para preguntar, que aún no se ha preguntado. ¿Testigo clave? Quizá para otra investigación, no en ésta.
La investigación que debe suceder a la que está hoy vinculada a la desaparición de Maldonado es la de cómo toda la estructura del CELS, encabezado por Horacio Verbitsky, se plantó en Esquel y domina todo el centro de la acción, proponiendo a diario nuevos elementos que nutren a los medios nacionales y generan títulos. Es evidente de toda evidencia, para el que quiera leer la realidad entre líneas, que Sergio Maldonado, hermano de Santiago, está cercado por los abogados del CELS, en particular por la abogada Paula Litchvasky.
Otro capítulo significativo es el que hace al rol del juez federal de Esquel Guido Otranto, que atribuye al sector de campos tomados por la comunidad Pu Lof el carácter de “sagrado”, impidiendo que se ingrese al mismo y limitando la investigación, en particular lo que tiene que ver con el rastreo con perros. La aparición de un matrimonio patagónico que dice haber transportado a Santiago hasta la comunidad chubutense de Teka no ha merecido demasiada atención, ni política, ni mediática, ni judicial.
La desaparición de Santiago Maldonado está inscripta en un contexto político claramente electoral. El uso de su persona es hipócrita, mendaz y cínico. El punto de tensión mayor se da entre dos personas que militaron y sobrevivieron a la década del 70 en la organización terrorista Montoneros: Horacio Verbitsky, doble agente, segundo de Rodolfo Walsh en la inteligencia de la organización criminal, y Patricia Bullrich, militante de base e integrante de la columna norte liderada por Rodolfo Galimberti. Bajo un mismo paraguas operacional, la columna norte liderada por Galimberti y la conducción sobreviviente, liderada por Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja, siempre estuvieron enfrentados. La sistematicidad en el ataque a Bullrich debe leerse entendiendo ese pasado violento. No es sólo apuntar al presidente Macri intentando voltear a un ministro del Ejecutivo, sino ajustar cuentas de antigua data.