La conducta del kirchnerismo es clara como un vaso con agua: agitar la calle para evitar la cárcel. Nunca, un gobierno de mandato concluido, ha estado en la posición que hoy soporta el kirchnerismo. Las causas penales se acumulan, y la prosecución penal puede llevar a la condena al ex vicepresidente de la Nación Amado Boudou y a la expresidente Cristina Fernández, a lo que debe añadirse la reciente denuncia de la diputada nacional Elisa Carrió contra exjefes de Gabinete hoy agrupados en el Frente Renovador.
Según expuso el diputado nacional Andrés “Cuervo” Larroque, el Gobierno nacional impulsa las causas penales por su falta de capacidad para resolver los problemas de la economía, justificación que en etapas superadas de la política argentina habría creado, sin dudas, un ruido muy negativo para la administración. Sin embargo, lo cierto y verificable hoy es que las encuestas revelan que la prédica de Cristina y sus seguidores, empeñados en hacerse de la calle para acorralar al gobierno de Macri, no obtiene los frutos perseguidos, por ser considerado excluyentemente un mensaje para los fieles. Hay una sociedad que predominantemente escucha otra canción, otra música, aunque aún no sea música para los oídos.
Hay críticas al Gobierno por lo que distintos actores públicos denominan su “tibieza” ante las provocaciones callejeras. Tal como señaló en la 99.9 y a este medio la secretaria de Acción Social Vilma Baragiola, estos actores “buscan un muerto” para justificar su profecía autoanunciada de que el Gobierno “es la dictadura”. La sangre de la infortunada Teresa Rodríguez ya se secó, y su nombre como bandera del sufrimiento de los humildes no cuaja hoy. Por ello, el grupo de Ricardo “Chacho” Berrozpe mutó a la denominación de “Elegimos luchar”. ¿Luchar?, ¿contra quién? ¿Es viable “luchar” en democracia? Sí, para algunos sí, precisamente contra la democracia, contra la transparencia, contra la sociedad que trabaja, estudia y paga sus impuestos con gran esfuerzo.
Hay temor a que un muerto -o varios- en la calle retrotraiga el escenario político y social al momento de los asesinatos de Kosteki y Santillán. Mauricio Macri no es Eduardo Duhalde; Macri fue electo presidente legítimamente, en tanto que Duhalde ocupó la Presidencia de la Nación a resultas de un putsch que derrocó al gobierno de Fernando de la Rúa. Hay otra sociedad hoy; la mayoría que define nació, se crió y se formó cívicamente en democracia, amén del impacto de las redes sociales, que funcionan cual antídoto de equilibrio a las pretensiones hegemónicas de sectores propietarios de medios.
Nada es igual ya en la Argentina, el pasado no puede repetirse milimétricamente. Como quedó expuesto, la marcha de la resistencia kirchnerista, la marcha de pretendida masividad, concluyó en una triste patrulla perdida.