En un mundo acurrucado por la fuerza de la naturaleza entre demoledores terremotos, huracanes violentísimos y la discusión al respecto del calentamiento global, otra fuerza equiparable, la conducta humana, apunta a derrumbarlo todo si el proceso independentista catalán se sale aún más de borde de lo que ya está.
En estos días, la denominada “cuestión catalana” escuece a España, y va camino de contagiar a Europa toda rápidamente. La puja es entre el Gobierno central español, que aboga por la legalidad surgida de la Carta Magna que alumbró luego del fallecimiento de Francisco Franco, y su articulación democrática, basada en dos grandes partidos. Allí, en medio, están las autonomías regionales, de las cuales la catalana ha sido la más favorecida económicamente.
Lo que hoy está en curso es de una brutalidad y un desborde que asesina la lógica más elemental de conveniencia política y económica. La intervención de la Guardia Civil en Barcelona, que detuvo a altos cargos del Gobierno regional implicados activamente en la convocatoria del primero de octubre, más la quita de la autonomía en el manejo de fondos para evitar que las partidas vayan al financiamiento del proceso soberanista, marcan alto la agenda, unido todo ello al movimiento en las calles, cuyo marco de agitación no se veía en Europa desde el fin de la Segunda Guerra mundial.
La tensión lleva a que los medios pasen revista minuto a minuto de lo que va aconteciendo, y aspectos cruciales como el asedio a la Guardia Civil en Barcelona por algunos miles de manifestantes, se expongan como si fuera parte de un espectáculo y no el terrible vía crucis que bien podría derrumbar a España, derramando en catarata sobre el resto del continente, y por carácter transitivo, sobre el mundo entero.
No hay solución a la vista, porque la escalada está lanzada, y ambos bandos dejan en claro que están dispuestos a todo. La directiva nacionalista catalana se obstina en dar lugar a la consulta del 1 de octubre a como dé lugar, y medios de toda España hablan ya de las irregularidades evidentes. Joan Manuel Serrat -quien dio ejemplo de templanza ante el régimen de Franco al negarse a representar a España en 1968 en el Festival de Eurovisión si no se le dejaba cantar en catalán- denuncia hoy que el proceso es fraudulento y que no ve claro el propósito final de esta consulta. Literalmente ha señalado desde Chile: “En estos momentos, la convocatoria de un referéndum en Cataluña no es transparente. Porque está creada con una ley que está elaborada por el Parlament de Cataluña, pero a espaldas de todos los demás miembros del Parlament”. Ha apuntado asimismo que el Gobierno catalán, aun en minoría en cuanto al número de ciudadanos que representa en la Cámara, “ha sacado una ley express para hacer un referéndum, sí o sí”, se ha “descolgado de la discusión” y “se ha marginado a todas las fuerzas de la oposición”, tanto las de izquierda como de derecha. La de Serrat, una voz que por su historia y devoción a Cataluña debería ser escuchada.