La Argentina atraviesa un escenario inédito: un presidente electo por abrumadora mayoría que llega tan desvalido de estructura política, que ya ha reemplazado a más de 50 funcionaros entre secretarios, ministros y cargos menores. Dos de ellos, con denuncia penal incluida.
En un estado de debilidad política extrema, recién luego de siete meses el presidente ha logrado impulsar la Ley de Bases, una norma amplia que contiene un esquema de cambios en diversas áreas que serán de alto impacto tanto económico como social. En ese sentido, el economista Dante Sicca señalaba a la revista Seúl: «El RIGI es un instrumento importante porque te abre una ventana de oportunidad para poder aprovechar un flujo de inversiones que nos vuelvan a insertar en un ciclo global de comercio. Pienso que está muy dirigido y está muy preparado para potenciar las inversiones en el sector de energía, minería, agroforestal, que requieren mucha inversión de capital y requieren estabilidad en las reglas de juego. En ese sentido, si hay algo que tiene que volver a recuperar Argentina para recuperar inversiones es la confianza, porque somos violadores seriales de contratos. El RIGI es un instrumento que abre una ventana de oportunidad para en los próximos dos años poder capturar inversiones».
Este es un análisis que comparten cada vez más economistas no alineados con la oposición, esencialmente, con el sector de Sergio Massa. Obviomente, las críticas más fuertes —pero de consumo por parte de una platea muy pequeña— vienen, como se ha dicho, del campamento ideológico de «las viudas de Milei», un conjunto de economistas que tuvieron alto relumbrón mediático en el último año del gobierno anterior y que hoy han caído en el ostracismo.
En un estado nuevo de la relación entre la dirigencia y la sociedad, la pregunta maliciosa reiterada una y otra vez es: «¿hasta cuándo aguanta la gente?». Otra diferencia enorme con el pasado —aún el pasado reciente— es que los sectores del peronismo —cual sea su cartabón ante la sociedad— no están en condiciones de generar un nuevo liderazgo. A esto debe sumarse el desprestigio de la Iglesia Católica argentina, envuelta en operaciones con Juan Grabois, las cuales tendrán su momento judicial. Hoy, es obvio, hay una tregua política entre Iglesia y gobierno. La presentación del legislador Hernán Reyes y la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, requiriendo al procurador que se activen las causas contra el movimiento Evita y su líder Emilio Pérsico van a obligar al sistema judicial —gran tiempista— a mover, cuando menos, en algo dichas denuncias.
El contexto de cambio que tiene en el presidente su máximo efector, es la expresión muchas veces desordenada y otras tantas caóticas de una voluntad superior de cambio que expresa la sociedad. Una era de cambio que, muchos, juzgaban de imposible factura.