Sin espacio para disimulos

edi977

La detención de José Francisco López, sorprendido in fraganti intentando ocultar en un convento nueve millones de dólares, termina con los debates al respecto de la naturaleza mafiosa de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Elizabet Fernández. Es incesante el peregrinar de los dolidos y decepcionados notorios, como actores,  periodistas “militantes” y dirigentes políticos, que aseguran que ya no hay margen, ante la abrumadora evidencia, para sostener alguna duda sobre lo ocurrido. Es que, y esta no es la excepción, una imagen vale por millones de palabras.

En esta trama de robo sistematizado, hay todavía quienes creen que hay el mínimo espacio para “embarrar la cancha”: Abel Fatala no ha dudado en señalar que el dinero hallado son pagos del empresariado, lo que claramente correría el foco, y la discusión comenzaría entonces a recorrer otros planos. Si de entrar en ese plano se trata, en Mar del Plata hay bastante que explicar. Por citar sólo un caso, el de la terminal de cruceros, que luce aún sin razón ni sentido en la Escollera Norte, caracterizada en su momento como una obra insignia del Puerto de la ciudad. Las inversiones en obras más significativas de la ciudad han tenido por décadas una traducción en contratos que terminaron, como en un embudo, recayendo en el mismo nombre: COARCO. COARCO figuraba en el puesto diecinueve en materia de contratos con el gobierno kirchnerista: presidida por Patricio Gherbi, la empresa ha participado por demasiados años de una fiesta que nunca tuvo demasiados invitados.

Cómo cayó López es y será materia de análisis. La versión oficial es muy poco creíble. La entidad y actitud de los funcionarios provinciales intervinientes deja abierto un escenario enorme de preguntas. Nadie acierta a explicar por qué López reunió todo el efectivo acumulado, más relojes de alto valor y un arma de guerra, y partió en un raid que aún tiene demasiados claroscuros a ocultarlo todo en un convento, uno que la Curia pretende argumentar que estaba bajo administración privada, buscando así eludir la relación existente entre López, De Vido y Scioli y esta congregación.

Lo que ya nadie podrá modificar es el fin de una era signada por el odio y la sevicia más brutal, todo oculto tras un discurso perverso que en teoría privilegiaba a los pobres y excluidos, en tanto, relato al margen, se llenaba los bolsillos propios en nombre de ellos. El ex titular de Carta Abierta, Ricardo Forster, un “cristinista” de la primera hora, ha admitido en los últimos días que “Cristina tiene que explicar”, pero la máxima elocuencia en este sentido la ha alcanzado el ex gobernador de Tucumán hoy senador José Alperovich, que no ha hesitado en admitir que fue Cristina en persona quien pidió que López fuera integrado a las listas del FPV como parlamentario para el Parlasur.

En síntesis: ya no hay espacio para huir, todos han sido expuestos por la flagrancia de López, aunque sólo ha sido este personaje el pillado en una acción digna de una película. No es ficción, es la realidad lamentable, vergonzosa y patética de ladrones que hace años olvidaron los guantes blancos. También es oportunidad: es un final que abre otras historias para bien de la república y la sociedad.