El siniestro de Germanwings sobre los Alpes franceses conmovió al mundo y dio un varapalo muy fuerte a nuestro país por la pérdida de vida de tres compatriotas que viajaban a bordo de este vuelo de bajo costo.
El siniestro, de implicancias globales, afecta una vez más a la industria aeronáutica europea, único competidor a escala del gigante estadounidense Boeing. Airbus, el desafiante del Viejo Continente, contabiliza 25 siniestros en 23 años de desarrollo aeronáutico, con varios de ellos aún no explicados debidamente, como es el caso del vuelo de Air France caído en el Océano Atlántico, que puso por primera vez en duda la fiabilidad del vuelo por instrumentos en el nivel al que Airbus ha llevado a la transportación aérea.
El fiscal francés Brice Robín puso sobre el tapete los detalles de lo ocurrido al dar a conocer el contenido de la grabación de los sonidos de la cabina de la caja negra del avión que se estrelló el martes cuando realizaba el trayecto entre Barcelona y Düsseldorf. “Durante los primeros 20 minutos del vuelo, los dos pilotos (el comandante de a bordo y el copiloto) conversaron de manera completamente normal, e incluso cortés y jovial, como dos pilotos durante un vuelo. No pasa nada anormal”, contó Robín en referencia a esos momentos. Al mismo tiempo, el avión alcanzó normalmente su altitud y su velocidad de crucero. Un último contacto fue mantenido con los controladores aéreos en el momento en que el avión entraba en el espacio aéreo francés. En la grabación, “se oye luego al comandante preparar el aterrizaje en Düsseldorf. Las respuestas del copiloto parecen lacónicas”. El copiloto era Andreas Lubitz, de 28 años de edad y nacionalidad alemana.
Este trágico episodio lleva al horror a una dimensión humana inasible por lo irracional, pero con una historia previa que dibujó pacientemente el instante fatal. Andreas Lubitz era un desquiciado decepcionado e infeliz, víctima de “bullying”, que se quitó la vida y asesinó a 149 personas para cumplir su propósito, como reveló una azafata ex pareja suya, de que algún día todos recordarían su nombre. Alivio para algunos provee que la tragedia sea la obra final de una mente enferma, puntualmente para los tres mandatarios que se hicieron presentes en el lugar ,François Hollande, Angela Merkel y Mariano Rajoy, representantes de los países a los que pertenecen la mayoría de las víctimas y también del consorcio europeo Airbus.
Tras el siniestro, el vicedecano del Colegio de Pilotos de España, Gustavo Barba, ha explicado que “la formación de los pilotos ha tendido a recortarse y simplificarse en las normativas europeas”. Agregó: “hoy ni siquiera se exige un bachillerato completo para hacer el curso de piloto, e incluso se soportan por exigencias de mercado a personas que no responden enteramente a los estándares que se requerían hace quince años”.
Lo que aún no tiene explicación es por qué Lubitz tenía el certificado médico que le quitaba el apto para volar en su casa, y por qué el profesional que lo invalidaba no informó a la compañía debidamente.
Los cincuenta mil euros por cada víctima que recibirán las familias no pueden, no deberían tapar los interrogantes abiertos que esta tragedia inconmensurable abre a cualquier mente sensata que no se quede con las afirmaciones contundentes y políticamente correctas del poder.