Desde la segunda semana de Marzo, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y sus ministros y funcionarios militan el encierro masivo de ciudadanos con la excusa de proteger la vida, no saturar las UTI y dar tiempo a vacunar a los mayores de 60 años.
Es un cálculo electoral cínico. Distintas fuentes ponen en boca de Fernanda Montoto Raverta estas frases: “estuvimos a 10 mil votos de ganar, si repartimos 40 mil bolsas más de ayuda, la ciudad es nuestra”. Todos los días hay un gotero que busca crear la doble vía de la necesidad del encierro.
Se apoderaron de la vacunación. Se vacuna en la sede de SADOP en Mar del Plata, que ya es otro brazo de La Cámpora y del SUTEBA, lejos del sistema de salud de la ciudad. Una opción ideológica que busca emplear a la vacunación como instrumento de colecta de votos.
El daño que le hacen a la sociedad es inmenso. De eso habla la investigadora de CONICET Victoria Baratta, quien cuenta con miles de seguidores por su trabajo al respecto de temas de historia y que es fundadora de “Padres Organizados”. Ella ha publicado “No esenciales. La infancia sacrificada.”, un grito de dolor por el daño inmenso a nuestros niños ejecutado fríamente por un esquema de poder que busca deseducar para implantar el adoctrinamiento como instrumento de dominación. Esta política no es nueva: se vivió en el segundo gobierno de Perón, con toda la literatura escolar que desplegaba elogios y exegesis de Perón y su esposa Eva.
Más cerca en el tiempo, al asumir la gobernación Antonio Cafiero, desarticularon la enseñanza de programación en escuelas primarias. Esa política fue implementada en el gobierno de Alejandro Armendáriz, siendo director de escuelas José Gabriel Dumon. No fue lo único: introdujeron de palabra, por órdenes de la Dirección General de Escuelas, el criterio de no dar notas de repitencia. Ergo, había que hacer pasar a los alumnos sí o sí.
Es una política de largo plazo que en la pandemia floreció como hiedra venenosa. Retornando a Baratta y su trabajo científico, en letras de molde ella dice: “Mi labor comenzó por la preocupación de mi hija y después también se concentró en los niños más pobres. Desde ya, las clases virtuales agigantaron la brecha social, porque los chicos no contaban con las herramientas digitales. Pero este año se está reproduciendo la brecha con los que tienen presencialidad y los que no. Y eso se paga. Aparte, el Covid es lo menos grave que les puede llegar a pasar a esos chicos”.
La espantosa política llevada a cabo es literalmente criminal. Elige a los integrantes del grupo político de pertenencia, hace negociados, y emplea el miedo como instrumento de control social y político.