La aparición del cuerpo de Santiago Maldonado era un secreto a voces en Chubut en los últimos días. Días antes de la confirmación, el corresponsal del diario Clarín en Bariloche, Claudio Andrade, había tuiteado que el desaparecido artesano, ya sin vida, se hallaba a 409 metros de la entrada del Pu-Lof, información por la cual fue vituperado, cuestionado y su publicación citada como una operación de Magnetto y el Gobierno para cubrir a Gendarmería.
El tuit del periodista corresponde al 18 de septiembre, un mes antes de que la Justicia que investigaba la desaparición de Maldonado diera con el cuerpo. Sin embargo, ahora parece que todos tenían conocimiento sobre la muerte, previo al hallazgo: al menos era el dato que tenían los lugareños y especialistas que Andrade consultó. Había que buscar 500 metros arriba o 500 metros abajo del punto cero, en eso había coincidencia. ¿Por qué no lo hizo la Justicia? ¿Por qué Sergio Maldonado, que siguió milimétricamente las acciones judiciales, no exigió que se corroborara la versión, cuando él también había escuchado el insistente rumor? A la luz de lo que hasta el momento se halla en la superficie, la respuesta parecería ser que porque hacía falta insistir sobre los gendarmes y dar día a día pábulo a una versión que fue mentira desde el inicio. La definición del órgano forense fue clara: no hay indicios de violencia sobre el cuerpo periciado. Esto es, no le dispararon a Maldonado, no le dieron un piedrazo fatal, no fue torturado, ni maniatado ni golpeado para subirlo a una camioneta.
El día de la aparición del cuerpo, cuando Sergio Maldonado aún colocaba interrogantes sobre la identidad de los restos hallados en una de las márgenes del río Chubut, en la conferencia de prensa había ausentes notorios: los abogados del CELS que dirige Horacio Verbitsky, organismo que ya se ha ocupado de subrayar que la abogada de la familia Maldonado, Verónica Heredia, no pertenece a dicha institución.
Alguien más que Claudio Andrade sabía que el cuerpo de quien en vida fuera Santiago Maldonado yacía a 409 metros de la entrada del Pu-Lof. Ese “alguien” eran todos los integrantes de este grupo que hace de la usurpación y las tropelías el instrumento de su accionar, y que hasta el presente ha gozado de una absoluta cobertura judicial y política. Los integrantes del Pu-Lof han ejercido y siguen ejerciendo la violencia, sin consecuencias para ellos. Una clase política cobarde y una justicia ídem los cobija y los deja a su aire para que cometan delitos comunes bajo la pátina, falaz por cierto, de la reivindicación de derechos históricos.
La historia dice que ésta, toda ésta, es la República Argentina. No hay territorios sagrados, sólo imperio de la ley que nos alcanza a todos sus habitantes y ciudadanos, definida y concentrada en un cuerpo orgánico supremo llamado Constitución Nacional. Lo único sagrado para todos y cada argentino.