
Recientemente, para validar su postura frente a Argentina, Donald Trump aseguró que somos un país muerto de hambre. Quizás lo dijo tras nutrirse de la retórica peronista que, al igual que la Iglesia Católica, suelen hablar de hambre sólo cuando el que gobierna es algún otro partido político.
Lo cierto es que, aunque con imperfecciones en la comunicación, se abre para el país una oportunidad notable, un cambio de paradigma que impactará en Argentina con proyección global: la ampliación a 80 mil toneladas de las ventas de carne vacuna a Estados Unidos, una medida que Trump ve como un mecanismo para bajar los precios internos que están sacudiendo el bolsillo de los estadounidenses.
Según el analista Jorge Castro, publicado en Clarín: «Hay que sumar también inversiones de envergadura en la industria cárnica, para producir carne aquí y colocarlas en el mercado norteamericano que experimenta una carencia estructural de ganado vacuno y, por consiguiente, los precios más altos de la historia».
El objetivo de Trump respecto a la Argentina es integrar su actividad productiva con la economía norteamericana a través de un fenomenal boom de inversiones que tendría lugar en los próximos dos años. Esas inversiones pueden provenir, en la industria cárnica, de la mayor compañía productora de carne de EE.UU y del mundo: JBS, originada en Brasil y propiedad de los hermanos Joesley y Wesley Batista.
Estos hermanos con negocios en Brasil y Estados Unidos son fuertes aportantes a la campaña del líder republicano. Citando a Jorge Castro, este señala: «El papel de los hermanos Batista, integrantes del círculo directo de Donald Trump, implica que el acceso de las carnes de la región, sobre todo las de alta calidad como las argentinas, pueden tener un acceso privilegiado al mercado estadounidense, donde la demanda de proteínas cárnicas de gran categoría es una tendencia creciente entre los sectores de mayores recursos del principal mercado de consumo del sistema global, que es EE.UU».
Los anuncios habían sido matizados por la secretaria del área, que habló —basada en información vieja— de Argentina como un país con problemas de fiebre aftosa. Un tema viejo, solucionado desde hace ya 20 años.
A como dé lugar, y a pesar del enojo de los sectores ideologizados del país —que jamás cuestionaron la vía china, o rusa— todo está dado para un salto cualitativo y cuantitativo de la economía argentina. Aunque suene extraño, en el país de la decepción «el milagro» está tan cerca, que casi se huele en el aire: sólo hay que tener la mente abierta para advertir lo inminente de esta era que será de enorme prosperidad para el país.