
Una presea codiciada pero con una historia, cuando menos, curiosa en las últimas décadas. Ahora, el presidente de la unión americana, Donald Trump, va desaforadamente —como es su estilo— por dicha distinción. De hecho, desde la oficina oval la vocera presidencial a esgrimido los argumentos que, entienden, ameritan que se le de dicha alta distinción.
Las líneas directrices de esta saga a presión han sido expuestas en distintos medios locales e internacionales y señalan el acuerdo —denominado histórico— entre Azerbaiyán y Armenia, enfrentados desde el fin del imperio soviético por la región de Nagorno Karabaj: «En ese momento, la cancillería de Armenia reconoció la importancia de «mantenerse como foco de interés de Estados Unidos«, según un off al que asistió PERFIL con un alto funcionario de visita en Buenos Aires. El Cáucaso Sur, en tanto, es una zona estratégica que conecta Europa con Asia y que está bajo la órbita de Rusia, que ve con recelo los guiños a la Unión Europea de líderes de la región. De cara a octubre, cuando se anuncie el ganador del Premio Nobel de la Paz 2025, Trump avanza en la búsqueda de apoyos para presionar a su favor a los jueces que evalúan las candidaturas en Oslo», señala un artículo publicado por dicho medio.
Este apoyo del Cáucaso se suma al de otras regiones: además de su intervención en las tensiones entre India y Pakistán; en Asia, por ejemplo, Camboya también respaldó a Trump, destacando su rol en la resolución del reciente conflicto fronterizo con Tailandia, donde hubo más de 40 muertos y 300 mil desplazados. El republicano, desde la Casa Blanca, intervino directamente y presionó a ambos gobiernos para que alcanzaran un alto el fuego.
En el caso del conflicto en el Cáucaso —considerado patio trasero de Rusia— la intervención de Trump y la firma del acuerdo en la Casa Blanca equivaldrían a un acuerdo en Venezuela entre Corina Machado y Nicolás Maduro en Moscú.
Un appetizer para la anunciada reunión de Donald Trump con Vladimir Putin en Alaska, territorio de Estados Unidos comprado a Rusia en 1867 en u$s 7,2 millones de la época. Hoy, serían u$s 156.388.378,38. Fue y sigue siendo una bicoca, y motivo de humillación en los sectores de la ortodoxia rusa.
Ambos hechos tienen alta significación, y dan pistas del real agotamiento ruso provocado por la guerra de ocupación a Ucrania: el gesto de Trump de desplegar submarinos nucleares a puntos clave de lanzamiento sobre territorio ruso son algo más un amague.
Putin llega a la reunión con alta capito diminutio. Ha fracasado. No puede doblegar a Ucrania. Su ejército está devastado y su industria bélica no puede estar a la altura del conflicto. Debió recurrir a Corea del Norte, una nación que vive en el siglo XX, para aprovisionarse de munición de guerra y depende de Irán para la provisión de drones. Un final se acerca, ¿será la guinda del postre que le dé el Nobel a Trump?