2018 será recordado como el año en que todo análisis sobre la marcha de la economía fracasó. Los analistas económicos, los mismos que hacen hoy predicciones para 2019, planteaban un dólar de 22 pesos para diciembre de este año, y la economía argentina como “técnicamente” en recesión. Parecen ignorar que hay dieciocho empresas que ya requirieron permiso de exportación de gas extraído de Vaca Muerta y la cuenca austral; el grupo francés Total está para firmar un contrato de provisión de gas a Chile por doce meses y, en paralelo, se firma un convenio para transformar el gas natural en gas licuado de petróleo para exportar a terceros países, revirtiendo así la dinámica existente hasta 2015.
Quizá este contrato sea un paradigma notable de cambio como pocos en tiempos de turbulencia económica. El presidente de YPF destacó, en un encuentro con los medios, que “la llegada de esta barcaza, prevista para febrero, permitirá comercializar el gas de Vaca Muerta a los más de 40 países importadores de GNL. Se trata del primer proyecto flotante de exportación de GNL en América Latina, el tercero en el mundo, que incluirá a Argentina dentro del selecto grupo de países exportadores de GNL”. El anuncio no sólo expresa la velocidad de la transformación del área energética, devastada hasta la destrucción por las políticas de los doce años precedentes, sino que por primera vez se propone agregar valor a un producto primario como el gas. El mercado de GNL es para pocos jugadores, y el mercado nipón, hoy ávido de esta provisión energética, ofrece un escenario sin techo en el horizonte.
Shibata Akio, presidente del Instituto Japonés de Energía, señala en un reciente informe: “el Gran Terremoto del Este de Japón del 11 de marzo de 2011 obligó a replantear completamente la política energética de Japón. Ante los temores de desabastecimiento de electricidad durante un largo periodo, las compañías eléctricas optaron por mantener el suministro elevando el aprovechamiento de las centrales térmicas”. Japón es ciento por ciento dependiente de la importación de combustibles, y ha decidido abandonar la energía nuclear para 2050. Argentina, incorporada a pleno a la revolución del esquisto, tiene una oportunidad extraordinaria de ser un actor privilegiado en los contratos de provisión a Japón. Akio apunta: “los contratos de compraventa de GNL suelen tener una duración larga, de entre veinte y veinticinco años, lo que imprime una gran rigidez a las transacciones. Estos contratos obligan al comprador a pagar las cantidades convenidas aunque el volumen de compra haya sido menor (contratos take or pay). Estas duras condiciones contribuyen a dar una rigidez todavía mayor a estas transacciones, aunque desde el punto de vista de la estabilidad del suministro la rigidez pueda ser deseable. Por este carácter de “encargo especial” y la coherencia que requieren, para ejecutar sin perjuicios en la línea de provisión”.
Es un dato poco citado por los medios main stream metropolitanos, o colocado en un lugar de escaso predicamento mediático, que aleja esta realidad en términos de noticia del conocimiento del gran público. Si se trata de cambios, estos son fácticos, y marcan agenda de prosperidad en los años venideros.