La sociedad argentina, en su propio laberinto, determinó en unas PASO tomadas muy livianamente por amplios sectores de la sociedad, dar el spot de partida en la elecciones de octubre a la formula Fernández / Fernández y colocar al gobierno nacional en una encrucijada monumental.
No es cuestión de matemática, es una cuestión de fondo al respecto de la auténtica cultura de una sociedad que expresa valores de reclamo por trasparencia y probidad republicana, y cuya población vota en un número alto, pero hace omisión de dichas conductas si sus reclamos no se satisfacen a la altura de sus expectativas.
El gobierno de Mauricio Macri tomó el país en estado de default. Una cuenta de 15 mil millones de dólares en importación de combustibles, deuda en default y el BCRA exhausto sin reservas más que el SWAP con China. Era una herencia imposible a la que había que sumar el apretón monetario vía las imposiciones de control y de cambios que fueron inagotable fuente de corrupción. Nada de eso se puso en foco debidamente ante la sociedad.
Los cambios en energía son épicos. La inversión en energía eólica y solar bate récord a nivel mundial y van a cambiar la matriz energética del país. La inversión en rutas y estructura vial es extraordinaria por su dimensión territorial y la calidad del trabajo, así como el factor valor, en algunos casos, hoy más bajo que hace una década.
No obstante, lo que ha pesado es algo bien distinto, cuando menos en aquellos que le han dado un sí tan prominente en las PASO al binomio Fernández / Fernández. El monto de las tarifas de la energía, que pasaron de ser absurdamente baratas y subsidiadas en un esquema de corrupción manifiesta y sostenida, a ser pagadas íntegramente por el usuario, son parte del shock que la población no supo, no pudo, o no quiso absorber. Valores culturales.
Todo empezó el 2 de mayo de 2018. Ese día comenzó a aplicar la ley Stolbizer/Masa que impuso un impuesto a la renta financiera. Ese día, el Morgan Stanley retiró del país algo más de US$ 1900 millones. De ahí en más, la macro entró en riesgo, el dólar se disparó por el efecto manada, y sólo quedó el salvataje vía FMI.
Los riesgos están a la vista: Un viraje en políticas públicas que deberían ser de estado es ya advertible cuando Máximo Kirchner dice que no hay que pagarle al FMI. Un gobierno con un presidente designado a dedo por quien tiene el poder real de la suma de voluntades expresadas en la urna tiene mal aspecto. No es un planteo agorero, es la expectativa real que genera la historia que ya se dio en el plano del poder. La elección de octubre es algo más que una elección, es una defunción cultural que hablará del material del que está hecha nuestra sociedad.