La última elección legislativa a nivel nacional cambió drásticamente el mapa político del país, y ya hace sentir su importancia incluso antes de la asunción de la nueva composición de los cuerpos deliberativos. Los proyectos que son emblemáticos para el kirchnerismo, al no ser tratados en las comisiones por falta de quórum y acuerdos para su elevación al recinto, no van a prosperar.
Lo que se viene es, en sencillo, la licuación del poder de Cristina Elisabeth Fernández. Tres proyectos en particular grafican la derrota y el cambio de signo de las políticas en curso: la ley de envases, que implica en los hechos elevar el IVA al 24%; la prórroga de la ley que suspende los desalojos de comunidades indígenas que el kircherísmo pretendía extender hasta el 2025; y una ley que pasó lejos de la atención de los medios y el público en general que pretendía extender por 50 años impuestos afectados al INCAA, el ENACOM y la Defensoría del Pueblo, entre otras cajas que son típicos refugios de militantes y acomodados políticos.
En este cambio de escenario, no es menor la pretensión del gobierno de ir a un acuerdo con la oposición para cerrar filas ante el FMI. Es curioso que se busque un supuesto consenso cuando no cede la prédica falsa de darle al crédito otorgado a la administración anterior el rol de la madre de todos los males de la economía argentina. El presidente Alberto Fernández utilizó el espacio del cónclave de la UIA para mentirle una vez más al país al señalar que no habrá acuerdo hasta que el FMI no haga una revisión de lo pactado con el gobierno de Macri.
Se trata de otra falacia, porque la revisión de los préstamos otorgados es de rutina y se procede habitualmente con ello en todos los casos, no se trata de una imposición argentina para firmar un nuevo acuerdo. Alberto Fernández una vez más miente y agita las aguas. Lejos de lo publicado en la columna de Marcelo Bonelli en Clarín, la directora general Cristalina Goergieva dejó en claro que aún falta mucho para llegar a un acuerdo.
Con Cristina en retirada —vació su departamento de Capital Federal y es un interrogante si siquiera se va a hacer presente el 10 de diciembre para la ceremonia de recambio de autoridades—, el espacio que construyó comienza a desgranarse. Las diferentes tribus del PJ buscan ya cómo reconfigurarse para encontrar una salida política que les permita sobrevivir en las provincias en las que aún conservan el capital político suficiente como para hacerlo. Es una era que concluye, a un costo demencial en calidad de vida, patrimonio e ilusiones de vivir en un país mejor.