Un cambio, todos los cambios

edi948
Fue una sorpresa para inadvertidos. La decisión de Mauricio Macri de darle a Luis Barañao la oportunidad de seguir al frente del área de Ciencia y Tecnología fue largamente analizada por el equipo íntimo del Presidente electo. Se trató de un secreto que no compartió ni con sus privilegiados socios radicales.

La decisión, al parecer, se basó en tres tópicos: el primero, que Macri considera que la mejor política del gobierno saliente es la referida a este sector; en segundo lugar, que Barañao está considerado un técnico en la materia, no un militante; y el tercero, que la decisión lleva tranquilidad a un grupo difícil que militaba socialmente el kirchnerismo, por sentir que los había sacado de lavar los platos a hacer ciencia y tecnología. Un presidente electo estigmatizado como perteneciente a las corporaciones (“la corpo”) que da un varapalo fenomenal a los agitadores de la negatividad del cambio, que resulta que ahora es continuidad… Para mentes simples, es cuando menos raro, o fuera del escenario habitual.
Otro cambio de magnitud quedó a la vista en la reunión del saliente ministro de Educación, Alberto Sileoni, quien destacó en la reunión que mantuvo con su sucesor, Esteban Bullrich, que pese a las “diferencias” que existen en algunas cuestiones, “no hay ninguna que ponga en riesgo lo que se hizo en estos años”. Sileoni precisó así la idea: “Cuando él piensa en presupuesto, piensa en aumentarlo, y eso es muy positivo. Va a sostener las universidades también. Ojalá que las cosas salgan muy bien”.
No obstante las palabras de Sileoni, no parece ser el deseo generalizado en el gobierno saliente. Las críticas a funcionarios que aún no han iniciado su tarea, o la campaña para que la decisión de vacacionar excluya a Córdoba como castigo por haber votado masivamente en contra del FPV son, junto a la convocatoria a copar Plaza de Mayo en despedida a Cristina Fernández, tópicos que revelan el grado de fragilidad ideológica y conductual democrática del arco político que se niega a comprender que, en rigor, las urnas produjeron un cambio, y que el mismo no se respalda por la cantidad de votos conseguidos por encima del oponente, sino por la práctica seria y competente de la gestión de gobierno.