Hasta ahora venía como una acción cívica no exenta de violencia, como ha ocurrido en cada ocasión en que se realizó el Encuentro Nacional de Mujeres, con citas y ataques directos y furioso a la Iglesia Católica. Sin embargo, la marcha anunciada para el próximo 8 de Marzo -Día Internacional de la Mujer- actuó como disparador de una decisión política sin precedentes en la Argentina: abrir el debate parlamentario sobre la legalización del aborto.
Es que ha cambiado la dinámica universal del tema. En nuestro país, la Iglesia ha tenido una reacción doble faz: por un lado, con la publicación de un documento cauto por parte de los obispos, y por otro, con una embestida feroz y personal del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, contra el presidente Macri, al que cuestionó sin ambages por habilitar en el Congreso el debate por la despenalización del aborto, al tiempo que afirmó que la instalación del tema podría ser una maniobra para “tapar” otras cuestiones ligadas a la economía del país. “Hay una serie de contradicciones en el caso del Presidente (Mauricio Macri), un hombre que fue formado en el colegio Newman y en la UCA, que yo creo que ni sabe hacerse bien la señal de la cruz, y ahora sale con estas cosas”, dijo el arzobispo en declaraciones a radio Mitre. En ese marco, Aguer sostuvo que el de Cambiemos “es un Gobierno sin principios de orden moral y natural”, y sostuvo que la instalación del tema “podría ser una cortina de humo”, aunque señaló no contar “con datos para afirmarlo”, pero agregó: “En esta gimnasia democrática poco seria, todo es posible”.
El Gobierno oscila entre desafiar o mantener una posición expectante frente a otro tótem de la ideología argentina: “no te metas con la Iglesia”. Un absurdo sin fundamento ni vigencia, ya que Argentina tiene ley de divorcio, ley de matrimonio igualitario, y nada de eso significó la erosión y mucho menos la caída de gobierno alguno.
Entrevistado por Perfil, Aguer, un hombre de definiciones tajantes, señaló: “A los muchachos que quieren entrar al seminario yo les pregunto si les gustan las chicas. Sí me dicen que sí, les digo: ah bueno, menos mal. Yo no ordeno a un candidato que no me diga que le gustan las chicas”. Abstinencia sí, homosexesualidad no, sería su código. En la misma entrevista, agrega sobre el tema de la semana: “La cuestión es esta: matan a un niño. No será punible para el Estado, pero es un pecado. Matan a un niño. Una adolescente queda embarazada por una violación, es un delito horrendo. Pero, ¿por qué no matan al violador? Por qué van a matar a la criatura? Me parece que es un razonamiento elemental”. No surge de las palabras explicitadas por monseñor cita Aguer, pero no sería de sorprenderse que sus palabras abran un nuevo asterisco en esta espinosa cuestión bajo la lupa social: ¿acaso alguien debe morir, en términos de merecimientos?