La elección nacional del presente año es paradigmática. No será una elección más. Será una elección que marcará a fuego el futuro de la Argentina, pero que se decide hoy, en el presente. Indudablemente, el futuro es hoy. El predicamento de esta coyuntura –es esencial entenderlo– se define entre la construcción de la República, o el derrotero hacia una nación sin división de poderes ni garantías constitucionales.
Queda claro en las expresiones de Mempo Giardinelli, Leopoldo Moreau, y del ex titular de la Biblioteca Nacional y figura central de Carta Abierta, Horacio González, que la democracia parlamentaria de corte liberal con separación de poderes los incomoda notablemente. El brulote confesional más intenso salió de boca de Alberto Fernández cuando dio la lista de los jueces que son el blanco de la ira del universo político que se vincula en torno a la ex presidenta Cristina Elisabeth Fernández.
Mempo Giardinelli plantea cambiar el sistema judicial de raíz, poniendo la justicia en comisión en todo el país y luego avanzar en el rediseño de una especie de poder judicial nonato. Señala: “es perfectamente posible, además de deseable, necesario y urgente, y para lo cual el primer paso es —cabe la insistencia frente al silencio corporativo— declarar en comisión a las estructuras superiores del Poder Judicial, es decir a la judicatura completa, o sea a todos los jueces y fiscales. Y organizar rápidamente concursos académicos de antecedentes y oposición, con asistencia de juristas probos, nacionales e internacionales”.
Fenecida Carta Abierta, surge “Manifiesto Argentino”, una agrupación liderada por Giardinelli que, en sus palabras, hace un planteo ultrista al que califica de utópico. Utópico como el Khmer Rouge, liderado por Pol Pot e inspirado en el filosofo francés Jean Jaques Rousseau, que asesinó a millones. Utópico como Ernesto Guevara, quien fusiló a burgueses, homosexuales, y partidarios sospechados de traición en nombre de una supuesta revolución proletaria que, como todas las de su tipo, se terminó convirtiendo en una oligarquía que hambrea a su sociedad implacablemente.
Los hechos recientes revelan que, aún en una situación económica compleja como la de hoy, valores como justicia, sujeción a derecho e igualdad ante la ley han calado hondo en la sociedad argentina. Las más de 300 mil firmas pidiendo que el juicio a la ex presidenta Fernández comience efectivamente el 21 de mayo sin dilaciones colocó a la Suprema Corte de Justicia en la embarazosa situación de tener que retroceder en su propósito, que era el de diferir el inicio del proceso a través del extraordinario medio de requerir que se le presente el expediente original íntegro. Cincuenta cuerpos que generaron 24 horas de alta intensidad política y social.
En medio de los cacerolazos y las acusaciones a los cuatro miembros de la corte, Alberto Fernández dio nombres y agitó la idea de la inminente venganza en el contexto de un posible futuro gobierno del peronismo. Fernández afirmó: “algún día jueces como Julián Ercolini ,Claudio Bonadío , Martin Irurzun, Roberto Hornos y Juan Carlos Geminiani van a tener que dar explicaciones”. Se trata de los magistrados que han llevado a Cristina Elisabeth Fernández al incómodo lugar de ser la ex presidente de la nación que más cargos de corrupción enfrenta en la historia. El anuncio vía twitter de la ex presidenta anunciado la formula Alberto Fernández-Cristina Elizabeth Fernández pone el escenario político en un intríngulis de preguntas e interrogantes sobre la capacidad de estos personajes públicos de interpretar que ocurre en la sociedad en general y aún en su propio segmento de votantes en particular.
La elección de este año se define entre la decepción y el espanto. Si alguien no lo entendía, en estas jornadas ha quedado muy claro.