Esta semana, la determinación de una de las salas de la Casación Penal dio por extinguidas las acciones cargosas contra el expresidente Carlos Saúl Menem por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia. Al respecto, el ministro de Justicia, Germán Garavano, señaló: “Por regla general, nunca puede ser bueno para un país que un expresidente esté detenido o se pida su detención”. Estás palabras desataron los infiernos y sus demonios, y las interpretaciones dieron lugar a la caballada de Elisa Carrió, que sostiene que irá por el juicio político a Garavano, aunque este haya puesto su renuncia a disposición del Presidente.
Se suele escuchar por allí que la detención de un expresidente o de empresarios puede ser decodificada como una pésima señal para potenciales inversores, al tiempo que se reclama transparencia y buenas prácticas por parte del Estado. En Corea, tres expresidentes están cumpliendo penas de prisión efectiva por delitos de corrupción, entre ellos el ex CEO de Samsung y heredero del complejo industrial que fabrica electrónica y barcos, y tiene una posición dominante en la vida cotidiana de los surcoreanos.
La verdad relativa de Garavano de que no puede ser bueno para una nación poner tras las rejas a una persona que haya orientado sus rumbos, es clave en el debate político actual y en la convicción de buena parte de la sociedad sobre el tópico. La causa por la cual Carlos Saúl Menem ahora ha sido exculpado por agotamiento de los tiempos procesales siempre fue una causa con final previsto, íntimamente definido por escenarios, tiempos y espacios políticos y judiciales diferentes.
El 8 de octubre de 1991, Croacia se declaraba república; el 13 de enero de 1993, el Vaticano reconocía a ese país, e intercambiaban embajadores. El conflicto surgido de la partición de la antigua Yugoslavia dejó a Serbia con el dominio bélico, dado que el ejército federal quedó en un 70% en manos serbias; Croacia fue dejada claramente en inferioridad de condiciones. El papa Juan Pablo II clamó por Croacia, cuya población se define en un 84% como católica. Desde Castelgandolfo, el Papa se pronunciaba: “Yo, obispo de Roma, primer Papa eslavo, me pongo de rodillas ante Ti, Señor, y te imploro la paz para los territorios de Croacia, Serbia y Bosnia Herzegovina”. En su larga homilía, Juan Pablo II ponía de relieve que la protección de Croacia era un dato central de la política vaticana de ese momento.
Por detrás de la escena, las misas y las advocaciones, el Vaticano ocupó un lugar central en el entramado de dotar de armas al naciente ejército croata, escenario en el que jugó un papel protagónico asimismo la administración demócrata de Bill Clinton. El negocio de armas a Croacia puede equipararse al de Irán /contras, que bien le pudo haber costado la presidencia a Ronald Reagan.
Gobiernos atados por los criterios de la corrección política, arrastrados por las necesidades de la política real, han sido históricamente una película donde el cromatismo imperante es el gris.