El gobierno que venía a “terminar con las Leliqs”, para darles satisfacciones a los jubilados y científicos, paga hoy 80 mil millones por mes a los bancos en Leliqs, manteniendo una rueda fenomenal que hace del financiero el mejor negocio en Argentina.
En 2021 —en plena pandemia— “la patria financiera” —término que acuñó el peronismo en los años de la dictadura militar— tiene una salud vigorosa a la cual el Covid no le hace mella. No sólo es el fenomenal y nada productivo negocio de las letras de liquidez del Banco Central de la República Argentina, es el negocio de la deuda reconvertida también, tal como hizo el poderos grupo Blackrock que muto sus acreencias de pesos a dólares, saliendo favorecido con un tasa del 18% anual en dólares, única en el planeta.
Todo para “domar el dólar” y tenerlo como ancla de precios internos, estrategia que, a juzgar por los parámetros de inflación actuales, no está dando resultado. Argentina en marzo acumuló una inflación del 4,8% y acumula sólo en el primer trimestre un 13%. El 45% calculado de inflación para todo el año será, inevitablemente, superado con creces.
Tristemente, no es lo único. Según revela Mariano Gorodish en el Cronista, tomando datos de la consultora 1816, Templeton posee 2100 millones de dólares en bonos argentinos y Pimco otros 1000 millones, que están en proceso de salir de Argentina aumentando la presión sobre el dólar, que en la semana concluida tuvo una trepada de $8, cerrando a $153.
Templeton tiene el 63% de toda la deuda en pesos y Pimco cuenta con otro 25%. Entre ambos explican el 88% de la deuda soberana. Oculto detrás de la pandemia y de las pujas políticas desatadas por el Covid, Axel Kicillof ha llevado la provincia de Buenos Aires al default. Publicado en La Nación, puede leerse: “el Grupo AD Hoc de bonistas amenazó hoy con acelerar el proceso de deuda y obligar a la provincia a pagar el pago total de capital e intereses por adelantado. El pronunciamiento se da en medio de una extendida negociación —prorrogada 14 veces— de una deuda por US$7148 millones”.
El desquicio está servido. Peor gestión no puede hallarse en estos años, salvo que nos remontemos a los gobiernos de Juan Domingo Perón en 1953/55 o su tercer gobierno que, luego del programa inflación cero, llevó al país al espanto conocido como el “Rodrigazo”. Los desequilibrios son de tal profundidad que ni siquiera son comparables con los que se dieron en 2001, previo a la caída de la convertibilidad.
Es un fracaso anunciado. El gobierno solo halla consuelo en la idea de que mantener el monopolio de la vacunación anti Covid, aún en medio de los escándalos, le asegura una plataforma de votos que le permita mantenerse en el poder. Estamos muy próximos a aquella cita de Bill Clinton a George W. Bush padre en 1994: “es la economía, idota”.