Es un hecho sin antecedentes: un juicio por mentir durante la campaña electoral, buscando influir en las decisiones del electorado sobre la base de un falso predicamento. Pareciera que es una regla universal: existe la verdad, existe la mentira, y existe la prédica de los candidatos que, entre grises, permite mentir y falsear la verdad en nombre de la política.
A tal punto es así, que se le atribuye al ex presidente Carlos Saúl Menem haber señalado: “si decía en verdad lo que pensaba hacer nadie me hubiera votado”. La frase en rigor fue pronunciada por Guillermo Vilas, entrevistado por Bernardo Neustad en 1990, ante la pregunta de si le sorprendía el cambio impulsado por el entonces primer mandatario. Vilas desarrajó: ““Yo creo que si la gente que lo votó sabía que él iba a tomar las medidas que ha tomado después que asumió, no lo hubiese votado”.
No obstante, la cita revela hasta qué punto está establecido y aceptado que, en nombre de la lucha por el poder en el contexto de la pelea política y electoral, mentir es un arma valida. Fue Christine Lagarde, pope del FMI, quién apuntó contra esta costumbre de acomodar el discurso de acuerdo a lo que la situación política imponga expresando: “la gente cambia con el paso del tiempo dependiendo de si están haciendo campaña o están en sus cargos“.
Los dichos de Lagarde fueron en respuesta una pregunta concreta: en el contexto de una entrevista para la CNN, le consultaron si el posible retorno del peronismo al poder ponía nervioso al board del organismo. En esos días, declaraciones de Alberto Fernández buscaban instalar la idea de un nuevo default, al tiempo que economistas vinculados al PJ insistían en que habrá que renegociar metas con el FMI si son gobierno. Es obvio que la expresión cuidadosa de Lagarde asume que se dice lo conveniente en el momento de la campaña, pero que los hechos, una vez asumido el poder, bien pueden ser muy diferentes.
En Inglaterra —una nación estrechamente vinculada a la historia argentina— está por darse un escenario que, por primera vez, llevaría la mentira como arma política en campaña a juicio. El acusado es Boris Johnson, notorio político conservador, quien lidera las encuestas para suceder a Theresa May en las inminentes elecciones británicas.
En la era digital, en la cual los ciudadanos de a pie pueden ser de un instante a otros figuras públicas de relieve, un joven activista británico de 39 años llamado Marcus Bell inició una campaña denominada “Brexit Justice”, la cual recaudó trescientos setenta mil dólares para bancar los gastos legales de llevar a Johnson a juicio acusado de mentir a los británicos en la campaña por el referéndum del Brexit.
En concreto, Johnson utilizó el argumento de que estar en la Unión Europea le significaba a los británicos la suma de trescientos cincuenta millones de libras esterlinas por semana, monto que —él sostenía— debía destinarse al sistema de salud británico, hoy fuertemente cuestionado en su eficacia y calidad de cobertura.
La cita falsa fue clave en la decisión de aquellos que votaron por salir de la UE y sumieron a Inglaterra en el marasmo político en el que está sumergida hoy. Como señala Bell: “Johnson sabia que la cita era falsa y la usó reiteradamente en campaña, engañando al público británico”. Si la Corte de Magistrados de Westminster le da luz verde a la demanda será la primera vez en la historia que la mentira, arma de la política, va al banquillo. Será histórico.