La izquierda usa la democracia a la que busca destruir. En su colusión con el kirchnerismo, ambos sectores han demostrado estar dispuestos a todo. Lo vivido el jueves 14 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con diputados que encabezaron el intento de toma del Congreso de la Nación, es sólo posible en el imaginario de una izquierda que delira y fantasea con replicar aquí la toma del Palacio de Invierno, como escenario y símbolo de la insurrección generalizada.
Da vergüenza ajena que medios de todo el país hayan hablado de “represión” ante lo que fue el esfuerzo de Gendarmería por impedir la toma por la fuerza del Congreso en manos de una horda de manifestantes organizados en cohortes de los partidos de izquierda, esos que en elecciones no reúnen un porcentaje de votos que supere su representación política más allá del 10% del conjunto social.
La conducta de la legisladora nacional Mayra Mendoza, que armó literalmente un escándalo por haber sido rociada con gas pimienta, oculta, en su relato indignado, que fue ella quien impulsó el ingreso de grupos de encapuchados que fueron a vandalizar la casa de los representantes del pueblo. Mendoza llevó adelante el acting victimista junto a la legisladora por la Ciudad Miriam Bregman, unidas en la idea misma de los derechos únicos, es decir el derecho de estos grupos a apalear la democracia en nombre, precisamente, de la democracia.
Por estas horas el oficialismo se autoflagela hablando de “errores de comunicación”, y compra así el falso debate instalado por los medios. El sábado, Mirtha Legrand se unió a la crítica plañidera de cuestionar al Gobierno, y lo hizo personalizando el reproche en el presidente Mauricio Macri. Es tal la confusión aún en el propósito de golpear al Gobierno en los tobillos, que la izquierda celebró a Legrand como un augur de la verdad.
La coalición del odio que une a toda la izquierda con el kirchnerismo tiene un aliado impensable: la CETEP, liderada por Juan Grabois, que empuja a miles a la calle y, como expuso asertivamente esta semana la periodista María Julia Oliván, lo hace pagando por las movilizaciones en efectivo a los que concurren bajo la bandera que haga falta. El testimonio de Oliván suma interés por ser un testimonio de fuente directa de una periodista que ha militado en la corrección política, en donde señalar estas verdades es tabú.
En la semana que inicia, el Gobierno insistirá con su propuesta en el Congreso, afirmando que tiene los votos necesarios. La CGT, acorralada por la izquierda y los Moyano, anuncia que si hay ley, habrá paro nacional.
Nada cambia sin tensiones y sin lucha. Las mafias que denuncia el presidente Macri no van a ver su poder recortado o diluido si el Gobierno calla o deja de forzar a los que desean torcer el rumbo de lo avalado por las urnas. Es la sociedad la que reclama un cambio efectivo, indispensable, urgente, profundo, y no es posible lograrlo en la Argentina desde el silencio oficial.