Queda claro para quienes presenciaron el debate entre el cantante José Luis “El Puma” Rodríguez y la periodista Mercedes Ninci en el programa conducido por Mariana Fabbiani, que entre el reclamo y la queja por la no intervención del papa Francisco en la situación en Venezuela, existe un amplio margen para interpretaciones del qué hacer y cómo hacerlo en materia de lo que al Vaticano le resulta pertinente en materia de relaciones internacionales.
Básicamente, se trata de que la manifestación del Papa al respecto no es sólo la opinión de Jorge Bergoglio, sino la expresión del Estado Vaticano, que mantiene relaciones con algo más de doscientas naciones urbi et orbi. La posición del Papa es compleja, dado que la intervención en una coyuntura de exaltación bélica entre los distintos actores implica que cada frase, cada palabra pueda conducir a acciones sin retorno por parte de los afines a uno y otro sector.
Es evidente que la denuncia de que hubo más de un millón de votos fraudulentos en la convocatoria a la nueva Asamblea Constituyente fue la gota que rebasó el vaso y provocó la declaración vaticana, que conmina a Nicolás Maduro a no darle vigencia a esta Constituyente, lo cual, también abre otro debate. El nuevo debate es si el Vaticano debió intervenir con anterioridad y expresarse más duramente, para empujar al régimen a negociar con la oposición y convocar a elecciones de modo urgente. No es un equívoco señalar que el Papa ha mantenido una línea de abierta comprensión hacia el régimen de Maduro, a quien recibió y con el cual compartió instancias en las que el mero registro en imagen revela el agrado de Bergoglio hacia Maduro. Sonrisas y gestos que, por caso, nunca se han visto en sus encuentros con el presidente argentino Mauricio Macri.
En tanto el reclamo de José Luis Rodríguez escalaba posiciones en los medios, señalando que Jorge Bergoglio debía definirse ya y parar la matanza de venezolanos, en el medio católico Aleteia señalaban distintos tópicos, expresiones del Papa que sostienen una posición consistente de rechazo a la violencia y reclamo por la paz. Según este medio, Francisco expresaba ya en 2014: «Anhelo vivamente que cesen cuanto antes las violencias y hostilidades y que los responsables políticos e institucionales no escatimen esfuerzos para favorecer la reconciliación en el respeto de la verdad y de la justicia”. El 1 de marzo de 2015 denunció al mundo la muerte de Kluivert Roa, asesinado de un tiro por un oficial de la Policía Bolivariana. Dijo: “rezo por las víctimas, en particular por el joven asesinado en San Cristóbal”. En octubre de 2016 respondió a la petición de facilitación que le hiciera la MUD para participar en una mesa de diálogo.
La recorrida de la revista digital católica -que se escribe en siete idiomas- ilustra en su recuento: “El domingo 30 de abril el Papa denunció al mundo —en su mensaje Urbi et Orbe— la situación en Venezuela, con numerosos muertos, heridos y detenidos, abogó por los derechos humanos, e instó a “soluciones negociadas a la grave crisis humanitaria, social, política y económica que golpea a la población”.
Quizá la auténtica reflexión sea aquella que vino de boca del recientemente designado Obispo de Mar del Plata, Gabriel Mestre, quien sostuvo, en declaraciones a N&P, que “la influencia de la Iglesia hoy es mínima o nula”. Quizá se trate de eso simplemente, y de nada más.