Néstor Kirchner arribó a la Presidencia de la Nación el 25 de mayo de 2003. Su ingreso al poder se produjo en medio de dos defaults, el económico y el político. El económico como consecuencia de la caída de la convertibilidad, y el político, como factor conexo expresado en el “que se vayan todos”, más la renuncia de Carlos Saúl Menem a disputar la segunda ronda electoral.
Néstor Kirchner fue consciente desde el primer día de su debilidad inicial, producto de su escasísimo caudal de votos, aproximadamente del 22%. Por ello, estableció rápidamente alianzas con grupos minoritarios pero con gran capacidad de imposición mediática. El suma y sigue de su poder se acentuó con acciones que hoy hasta sus críticos agradecen: pago al FMI, reducción de la deuda externa, estatización de las AFJP, apuesta fortísima a la recuperación del sector nuclear, apoyo a la ciencia como jamás hubo previamente en la Argentina. La contracara violenta ha sido la política de subsidios, que se ha comido los dos déficit gemelos, que fueron razón de una de las más probas políticas económicas conocidas. En la política de subsidios está la matriz del debate que sacude y conmueve esta década: la corrupción desde las entrañas del Estado. Miles de millones son requeridos para subsidiar combustibles y transporte; millones de dólares se requieren para importar combustibles. El abandono de una matriz energética autoabastecida es la génesis de la situación actual. Más aún que el retraso del tipo de cambio medido contra la moneda dura por excelencia, el dólar estadounidense.
Un recuento publicado por El Cronista Comercial -medio que no pertenece a “la corpo”- revela que si se toman los últimos diez años, los escándalos de corrupción que sacudieron a los gobiernos de Néstor (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2011 y 2011a la fecha) pueden contarse por decenas. “Por mencionar los más emblemáticos: la valija de Antonini Wilson y los u$s 800 mil que supuestamente iban a financiar la campaña presidencial de CFK, las supuestas coimas en el caso Skanska para ganar licitaciones de obra pública, la bolsa con dinero oculta en el baño de Felisa Miceli, la expropiación de la ex Ciccone, denuncias de corrupción mediante, que tienen al vicepresidente Amado Boudou como protagonista; la ruta del dinero K y la presunta bóveda en la residencia familiar de los Kirchner; sin olvidar, claro, las compras irregulares de combustible a Venezuela, la mafia de los medicamentos que terminó con la salida de Graciela Ocaña del Gobierno, el caso Schoklender y los desmanejos de los fondos destinados a la construcción de viviendas sociales en el programa Sueños Compartidos, entre tantas otras sospechas que salpicaron y salpican a la actual gestión nacional. También un sistema de corrupción montado sobre los subsidios estatales al transporte, que desnudó su cara más perversa en la tragedia ferroviaria de Once, engrosa la lista de escándalos de esta era que tienen en la mira, además, a una extensa nómina de funcionarios y ex funcionarios de la pingüinera oficial: el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime lidera ese ranking, seguido por su sucesor, Juan Pablo Schiavi, y alcanza también al encumbrado ministro de Planificación Julio De Vido, jefe directo de todos ellos”.
El artículo agrega que a estas alturas, lo más grave, quizá, sea que ninguno de estos casos, que hasta no hace mucho no habían implicado grandes costos políticos para la Presidenta, tenga a la fecha un desenlace aleccionador en la Justicia (a excepción del caso de Felisa Miceli, condenada a cuatro años de prisión por el hallazgo de una bolsa con dinero en su despacho en 2007). “Lo más llamativo, tal vez, es que todas estas denuncias estén lejos de ser novedosas. Arrancan en los inicios del Gobierno de los Kirchner, pero su impacto es hoy, sin duda, mucho mayor que en el pasado”.
El cambio de humor es fruto de la tragedia de Once, de las recientes inundaciones de La Plata, otra tragedia que enmarca impericia, mal uso de fondos públicos y corrupción. Todo concluye: siete gobiernos árabes cayeron luego de que policías tunecinos llevaran a intentar suicidarse a lo bonzo a un joven humilde que vendía frutas en un puesto callejero por no querer pagar coimas. Todo concluye, y no necesariamente siguiendo un manual de ciencias políticas.