Más allá de lo que diga el calendario Gregoriano, una era comienza cuando se producen cambios profundos que estremecen a las sociedades. Por ejemplo, los historiadores coinciden en que el inicio del siglo XX estuvo signado por el comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Dicho conflicto implicó un fuerte cambio en el escenario bélico, dado por la aparición de la aviación y los tanques de guerra que cambiaron la forma de desarrollo de los conflictos armados con la introducción de elementos tecnológicos contundentes, poniendo la capacidad industrial de las naciones en el centro del desarrollo de la guerra, todos los elementos que luego marcaron los eventos de la Segunda Guerra Mundial, que dio lugar a los acuerdos de Yalta y Postdam y que forjaron el siglo XX.
Hoy, esos mismos elementos como la capacidad bélica, la tecnología, y la capacidad industrial que se ponen en juego en el conflicto por la invasión rusa de Ucrania develan ante nuestros ojos el inicio del siglo XXI.
Los hechos, desenmascarados por la tecnología occidental, así lo enmarcan. Todo el supuesto potencial de las armas rusas es hoy revelado más como un fruto de la propaganda que como algo que tenga efectividad real en el campo de batalla. Pero no es sólo la tecnología: los criterios de combate aplicados por el ejército ucraniano —entrenado con criterios de acción bélica por instructores norteamericanos en Canadá desde el año 2014— muestran una efectividad extrema en el frente.
No es lo único que ocurre en torno a la tecnología como un agente de cambio y de claro impacto en la sociedad: las movilizaciones masivas en Irán, las críticas crecientes a Xi Jinping en China y el fuerte impacto que tuvo el decreto de movilización de reservas en Rusia, que provocó una huida masiva del país que recuerda a la de los alemanes cuando cayó el muro de Berlín: en horas no había pasajes para abordar aviones rumbo a Ankara y se atascaron los caminos que permiten llegar a Finlandia o a Georgia. La indiferencia ante la guerra, o el apoyo a la misma, se diluyó como un témpano en el ecuador cuando se corrió la información de que serían movilizados un millón de personas.
Las autocracias del mundo están siendo acorraladas, y la tecnología es clave para ello. El régimen criminal de los ayatolas cierra el acceso a Internet, y Elon Musk, tal como ya lo hizo en Ucrania y Cuba, habilita el acceso a su red Starlink.
Recientemente, corrieron rumores de la caída de Xi Jinping en China, que resultaron ser una fake. Sin embargo, se percibe un aire de hastío que aúpa estas versiones: luego de la crisis del Coronavirus, el gigante asiático no hace pie y empuja cierres totales que afectan a millones de ciudadanos y que corroen la economía del país.
No será ni en horas ni en días, y quizás no en meses, pero los cambios se aceleran y empoderan cada día más al ciudadano de a pie, al individuo del común que ya no soporta más colectivismos, sean ilustrados o no.