No es sólo el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, o la triste partida de Barack Obama, que deja a los republicanos con la suma del poder y el control de ambas cámaras en el Parlamento, lo que marca la impronta del momento. La crisis en México, que ya se cobró seis muertos y produjo daños materiales aún no cuantificados, arroja al gobierno de Peña Nieto a un infierno muy temido: el fin anticipado de su gobierno, en un contexto que impulsa a las sociedades a no creer en su dirigencias.
Todo ello acontece en un momento en el que el bullying del electo presidente de USA bloquea inversiones millonarias en el país que en términos generales más se ha beneficiado de los acuerdos de libre comercio. Carrier, Ford, y ahora Toyota evalúan qué hacer frente a las amenazas de Trump de aplicar impuestos del treinta y cinco por ciento a los productos que ingresen vía México si son la consecuencia de inversiones que no se hacen en su país. La apuesta tiene interrogantes y está claro que México está solo frente a la nueva situación. Canadá y su muy progresista primer ministro Justin Trudeau hacen silencio. Son la otra pata de los acuerdos con USA, y hasta ahora Donald Trump no ha puesto su mirada en ellos. No obstante, en el país al norte de la Unión americana hay inquietud por saber qué camino tomará el magnate, que no menciona a Canadá en ningún momento de sus explicitaciones por Twitter, única herramienta mediática que utiliza para la comunicación de sus ideas e intenciones.
El analista del diario El País Francisco Martín Moreno señalaba días atrás: “Resulta evidente que si en México la mano de obra cuesta dos dólares por hora y en Estados Unidos ésta se cotiza a 20, por lo menos, para que Estados Unidos siga siendo competitivo en el mercado internacional tendrá que subsidiar las diversas ventajas ofrecidas por México, subsidios que deberá autorizar el Congreso federal que, a pesar de estar integrado mayoritariamente por republicanos, habrá de oponer las debidas resistencias a que el contribuyente norteamericano pague con sus impuestos estas medidas demagógicas reñidas con la más elemental de las razones. Cuando la globalización ha demostrado, con sus debidos bemoles, su eficiencia económica, constituye un verdadero suicidio volver al amurallamiento de la primera potencia del mundo, cuyos contribuyentes, tarde o temprano, habrán de pagar muy cara la decisión tomada el 8 de noviembre pasado”.
Estados Unidos es clave en el comercio global. Sus decisiones afectan no sólo a los norteamericanos sino al mundo en su conjunto. Las acciones de Trump cambian el paradigma que dice que nadie en ese país se atreve con las políticas de fondo. Hoy parece que todo está por quedar patas arriba, literalmente; no será agradable, ni un detalle cuyos efectos le permitan al mundo permanecer indiferente o neutral.