La pandemia provocada por el surgimiento del virus Sars-COV-2 ha ingresado ya de lleno en una nueva ola tras la aparición de la variante denominada ómicron. Las expresiones «científicas» volcadas a los medios hoy pueden ser perfectamente contrarios a los que se publican una semana después. La aparición de esta variante llevó al premier británico Boris Johnson a alertar a la población de la fantástica tasa de propagación de esta nueva variante y de su potencial letalidad.
Sin embargo, Johnson está mucho más preocupado por el posible fin de su carrera política que por la letalidad de esta variante del virus que buscó usar a modo de distracción política tras no poder salir del escándalo que implica la fiesta permanente que se vivió en Downing Street durante el tramo más intenso de lock out del 2020. Cualquier parecido con la conducta del presidente argentino es un paralelismo con lo que tiene que ver con las conductas de quienes ejercen el poder, y no una coincidencia.
Las autoridades sudafricanas ya habían advertido que el escenario que se plantea a nivel global, en particular en Europa, no tenía asidero con la realidad. En el día de Nochebuena, Sudáfrica levantó todas las medidas sanitarias restrictivas y definió la crisis en un modelo de convivencia con el virus que no paralice al país: en concreto, levanto las restricciones ambulatorias, desarmó los testeos masivos y ordenó una cuarta ronda de vacunación. Según las nuevas directrices, las personas que den positivo pero sean asintomáticas ya no tendrán que estar en cuarentena. Las personas que presenten síntomas leves, como fiebre, tos y pérdida del gusto o del olfato, deberán seguir aisladas durante ocho días. Ya no es necesario mostrar un test Covid-19 negativo antes de volver al trabajo después del aislamiento.
Ramphelane Morewane, director general adjunto en funciones del Departamento de Salud, dijo: «la mayoría de las personas que andan por ahí pueden ser asintomáticas». También, que las personas que dan positivo pero no tienen síntomas deben llevar máscaras y tomar otras precauciones para evitar la transmisión del virus. Ergo, el virus existe, mejor que aprendamos a vivir con él.
Por otro lado en Argentina, ante el crecimiento de contagios, la ministro Carla Vizziotti anunció que no habrá restricciones a la circulación y que hay que dejar de mirar la cantidad de casos positivos y empezar a usar como criterio el número de cantidad de camas UTI ocupadas, y los fallecimientos. Se trata de dos variables que, claramente, hoy están en números extremadamente bajos. Urge que en la provincia de Buenos Aires el gobierno de Axel Kicillof le ceda la vacunación al sistema municipal para que se habilite así la vacunación gratuita en farmacias.
Adolfo García-Sastre, director del Instituto de Salud Global y Patógenos Emergentes del Hospital Monte Sinaí de Nueva York dijo: «Es más transmisible. Pero es muy difícil desarrollar una enfermedad severa por ómicron si estás vacunado. No hay razón para alarmarse”. Defendió la solvencia de las vacunas para evitar efectos graves, pero recordó que disminuye entre «20 y 40 veces» la eficacia de los anticuerpos neutralizantes que tienen los vacunados o aquellos que han pasado la enfermedad y que por eso se están dando casos de reinfecciones. El epidemiólogo explicó que una de las claves de la voracidad de esta mutación es cómo se han acortado los plazos desde que un individuo se contagiaba hasta que empezaba a poder contagiar. «Antes eran seis días. Ahora tres. Por eso todo va más rápido». No obstante, su reflexión apunta al fin de la pandemia: «Ahora no hay que cuarentenarse como antes. Te tienes que cuidar, vigilarte, hacerte una prueba, pero no tienes que pasar el encierro. Vamos a tener que convivir con él virus vacunándonos todos los años o cada cinco. Pero conviviremos más relajados que ahora, con menos problemas y sin una crisis sanitaria».