Tal como lo había anunciado, el presidente Mauricio Macri vetó la ley impulsada por el FPV y terminó dejando al desnudo las contradicciones del FR liderado por Sergio Massa. Macri eligió para hacer pública su decisión de echar mano de este artilugio constitucional un escenario emblemático: la factoría industrial “Cresta roja”, que había cerrado por abandono de sus ex propietarios, quienes formaron parte del festival de subsidios que detrás de un discurso progresista de hacer lo mejor para la sociedad, facilitó el saqueo de las arcas públicas hasta su agotamiento.
Nada de lo que ha hecho Macri parece conformar a algunos analistas; el propio Durán Barba, ideólogo de la campaña del PRO, señala que dados los parámetros que él maneja, la política de reordenamiento tarifario debía fagocitarse entre veinte y treinta puntos de aceptación. En sus propias palabras, el Presidente mantiene casi íntegra su relación con la sociedad, que en su inmensa mayoría había descartado el costo político de las medidas puestas en marcha, de suyo habitualmente impopulares.
Quienes motorizaron la ley son los mismos gremios que se auparon con Néstor Kirchner y luego -con variantes- con Cristina Elizabeth Fernández: Hugo Moyano obtuvo beneficios inconcebibles a nivel personal y gremial, y las prebendas de las que gozan los gremios afiliados a ATE son impensables para la clase media, en particular para aquel sector que los visualiza como apropiadores de la renta pública y no defensores de los trabajadores.
La puja es esencial en dos planos: el del mundo del trabajo, y el político. Si la Presidencia no vetaba la ley, se hablaría por semanas de una derrota política y de la capacidad del FPV de marcar la cancha y establecer condiciones políticas, recreando así la idea de un gobierno débil y una Argentina no gobernable si el peronismo no comanda.
El ordenamiento de las variables se da con marchas y contramarchas. Se advierten en la política tarifaria, en la cual los distintos actores expresan pujas dentro del propio Gobierno, dando pasto a la crítica feroz e hipócrita de quienes cinco meses atrás decían exactamente lo contrario develando. La suerte está echada de cara al segundo semestre, en el cual el Gobierno afirma que la inflación bajará de modo sustancial, y las inversiones serán un dato cierto que empujará el empleo hacia arriba, de manera que la cuestión hoy en debate será apenas el recuerdo de un mal momento. Allí, y de cara a 2017, quedará expuesta, con foco en la elección de medio término, la puja esencial: si hay una Argentina posible sin peronismo como actor dominante de la vida de los argentinos.