La semana que concluye trajo otra miríada de denuestos e improperios en boca de Hebe Pastor, conocida mundialmente como Hebe de Bonafini, símbolo global de la organización de Madres de Plaza de Mayo. En la habitual ronda de los jueves, Bonafini lanzó una batería de improperios que incluyó una petición a que se aplique disparos de Taser a familiares e integrantes de Cambiemos. Señaló Bonafini: “ustedes vieron esta cosa de las pistolas que van a usar, que no matan. Yo, como no matan, quiero que las prueben con la hija de Macri, los hijos de la Vidal y los hijos, nietos y parientes de la Bullrich. Que los pongan ahí y que les tiren, a ver si no matan”.
No se quedó allí. También lanzó una batería de expresiones de odio social y político, apuntando al agro y exigiendo que se lance una campaña de quema de campos y de soja para que los productores recojan las cenizas. Es un predicamento que no debería sorprender. Muchos se preguntan qué hubiera ocurrido en Argentina si las organizaciones armadas hubieran tomado el poder. El odio al sector agrario no es una novedad en boca de actores ideológicos de izquierda. Ya estaba vigente cuando la política estalinista en la década de 1930, en el proceso llamado Holodomor, significó la muerte por inanición de cuando menos cuatro millones de ucranianos. O durante el gran salto adelante de la revolución maoísta, y el no menos trágico y más contemporáneo crimen masivo perpetrado por el Jemer Rouge en Cambodia en la década de 1980.
Hebe de Bonafini lanzó este ataque al agro en respuesta a una disposición del gobierno provincial en referencia al glifosato y las buenas prácticas fitosanitarias. En rigor, Hebe indicó que “hay que hacer como mujeres en la India, que quemaron campos de soja por estar envenenados” y llamó a hacer lo mismo en Argentina. “Empecemos a quemar los campos de los ricos porque no va a haber otra. Quememos la soja, no puede ser que digan que van a tirar glifosato después de que cierren las escuelas”, dijo.
La idea del odio al campo, al productor rural estigmatizado una y otra vez, es un claro reflejo de la ideología autoritaria y criminal de las fuerzas de izquierda en todo el mundo. Hebe expresa esa ideología. No es un exabrupto: es odio de clase, y rencor social. No es novedad que Bonafini —que tiene responsabilidades millonarias en el fraude con la construcción de viviendas sociales y alianzas perversas como las que mantuvo con los hermanos Schoklender— vaya por la cuerda de la violencia extrema.
Es el mismo personaje que atacó desde el primer día al gobierno de Raúl Alfonsín, buscando imponer una agenda de venganza y no de justicia. Ya quedaba expuesto cuando, en pleno juicio a las juntas, Bonafini se retiró para luego denunciar a Alfonsín como cómplice de la dictadura. Una conducta horrorosa, sí, pero nada que deba sorprender.