La asunción de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos estará marcada por un claro antes y después en la historia de la nación partera de la democracia, básicamente por la reluctancia que ha provocado su persona en aquellos que, derrotados en las urnas, rechazan su mensaje y su impronta. Nunca antes, en más de doscientos años de historia -aún incluso en plena depresión de los años 30-, la asunción de un presidente despertó semejante oleada de rechazo popular: marchas en más de cien ciudades, la increíble movilización de mujeres en Washington por el National Mall en un número que, los medios coinciden en apuntar, habría convocado a unas quinientas mil personas, más todo el star system, que no para de proclamar su repudio a la figura del recientemente asumido mandatario.
En Washington, la presencia de Madonna fue una perla en las banderas que entre otras sostienen actrices como Ashley Judd o Scarlet Johansson. Madonna promovió la consigna de “no aceptar esta nueva era de tiranía, en la que no sólo las mujeres están en peligro, sino todas las personas marginadas (…) La revolución comienza aquí, esto es el comienzo de un cambio muy necesario”, expresó. Desde la marchas en contra de la guerra de Vietnam o por la libertades civiles que nada de esta envergadura política y social ocurría en el país del Norte.
Trump, no obstante, está dispuesto a avanzar en su agenda. Minutos después de asumir comenzó a demoler el Obamacare, y anunció que no apoyará el tratado comercial del Pacífico, mientras mantiene su amenaza de imponer fuertes restricciones a la importación de bienes industriales. Su agenda representa a los ciudadanos de su país que perdieron con la globalización.
Las marchas excedieron los límites de los Estados Unidos. Los organizadores calculan alrededor de 600 “marchas hermanas” en el exterior, que habrían reunido a un total de tres millones de personas. En Buenos Aires, un grupo de mujeres y hombres se congregó frente a la Embajada de Estados Unidos, en el barrio de Palermo, para participar de un descontento que hoy tiene su visibilidad focalizada en las mujeres.
A pesar de ello, no debe menospreciarse el hecho de que 59.505.613 ciudadanos votaron a Donald Trump, una parte significativa de la población, que no es exclusivamente WASP e integran miles de inmigrantes nacionalizados que ven con buenos ojos las propuestas del hombre que ayer señaló, entre otros tópicos: “desde hoy se acabó la carnicería. El trabajo de los norteamericanos no será más robado por la dirigencia”. Paradojas de la política globalizada, aseveraciones como ésta alegraron, aquí en Argentina, a un sujeto aparentemente tan opuesto a Trump como Guillermo Moreno. Ya nada será igual, de eso no cabe duda alguna.