Malas lenguas 1176

De fraudes y acciones fraudulentas. En la serie italiana “Il processo”, en un diálogo entre los actores que interpretan a la fiscal y al abogado defensor, ambos hablan del sistema judicial con evidente decepción, como una corporación que sólo se interesa por sí misma. Algo así como que en todos lados se cuecen habas y no de buen gusto por cierto. Sin ser el proceso de Kafka, las causas que procura Santiago Inchausti tienen ese no se qué. Ahora, las revelaciones que está publicando este medio provocan acciones que estaban hasta el momento fuera de la vista pública: un funcionario de ANSES elevó una nota informando de la situación de la esposa del médico José Caliyuri, de nacionalidad paraguaya, quien percibe importante beneficio previsional nunca investigado ni por la fiscalía ni por el juzgado.

Libertades a manos llenas. La cámara federal ordeno la detención domiciliaria del abogado Ruben David Cagni y le concedió la eximición de prisión al prófugo Fernando Bielsa. Asombra la distancia que hay entre lo que revela el expediente y lo que se fue publicando en La Capital. Se viene juicio por daños y malicia procesal.

Tensión. La que se suma en el área de seguridad por la falta de resultados y la soberbia de los funcionarios políticos, que no conocen la ciudad ni a su gente. Dario Oroquieta, ya más conocido por su popular apodo entre funcionarios y empleados del COM, “orto quieto”, buscó acortar diferencias con magnanimidad regalando alfajores y otras delicias donadas por el comercio “La casita de azúcar” al personal del área. Lo llamativo es que el comercio que cerró sus puertas, hizo la donación para ser entregada en los comedores barriales de la ciudad. Sumando errores.

Un bluff patético. Fue el mensaje de el intendente haciendo gala de un poder que no tiene al plantear, contra todo sentido común, que no permitiría ingresar al crucero Ushuaia al puerto de Mar del Plata. Un bluff, porque era clara la información que había brindado la Dirección de Puertos de la provincia de Tierra del Fuego señalando que se habían cumplido todos los protocolos vigentes de cuarentena y que el barco se dirigía hacia la ciudad sólo con la tripulación.

Un bluff patético II. La información estaba a la vista, no había que ser un genio para obtenerla, pero se prefirió el estilo épico de “los estamos cuidando” que ya habilita a atropellos a la libertad individual de manera feroz. Para no quedar tan expuesto, Montenegro envió un equipo al arribo del barco que fue a constatar que nadie fuera portador de Covid-19. Se eligieron seis tripulantes al azar y, horas después, tras estudios súper rápidos, se dio el visto bueno para desembarcar. Ahí, nace otra historia.

La otra historia. Terminado el bluff de “los estamos cuidando a todos” el armador se puso a la tarea de enviar la tripulación a casa. Los marplatenses que integran la misma, una mayoría, lo hicieron rápido, obvio. Chilenos y uruguayos regresaron a sus países nativos en aviones privados. Los que se debieron quedar fueron los dos tripulantes de nacionalidad Cubana, porque su país no hace repatriación de connacionales: maravillas de la solidaridad comunista.