De saqueos organizados y la mirada para otro lado I. Corría el año 2001. Un vecino de la ciudad se acercó a esta redacción ya agotado de lidiar con un sistema que lo expolió y se le rió en la cara. Alquiló por contrato un departamento en el centro de la ciudad, entregó el mismo al cumplir el contrato, y partió. Le armaron una causa de desalojo, y fueron contra el garante: una propiedad de sus padres. Ahí comenzó el calvario. Relata: “Después de lidiar infructuosamente con Héctor Filinich, otrora abogado de Abdul Saravia, que llevó una deuda de 300 pesos, que era mentira, a 180.000 dólares, en el juzgado de Ricardo Miguel Zucherino. Como era en base a un contrato de alquiler que ya había vencido —yo ya no vivía más allí— y la garante de ese contrato era mi mamá, llevaron a subasta su casa”. Ahí ingresé a un mundo siniestro que no imaginé.
De saqueos organizados y la mirada para otro lado II. El relato continúa: “Aparecen por casa dos personas, un tal Tony, que se movía en un Rover BCU611 y un tal Serafín Vilardo, proponiéndome arreglar el problema. Tenía que llevar 20.000 dólares al Colegio de Martilleros el día de la subasta. Junté, pedí, rasqué por todos lados, y fui. Me citaron en un café de Irigoyen entre Moreno y Bolívar. Al llegar, me preguntan si tenía el dinero y me llevan a la sala de remates del colegio, acompañado de tres matones. En la sala había muy poca gente, nos sentamos en el fondo, el martillero simula un remate, yo pido intervenir, me ponen una pistola en las costillas, me piden los dólares y me sacan afuera, les digo: ‘me están robando’, ‘no, quédate tranquilo que esto lo manejamos nosotros’ y me llevan hasta Independencia y Maipú, me bajan y me dan una dirección en la calle 14 de julio y Belgrano para que vaya ahí al día siguiente”. Ahí pareció el poder en su propio rostro.
De saqueos organizados y la mirada para otro lado III. La historia adquirió rostro en la persona del abogado Fabián Driussi. Sigue el relato de la víctima: “Al día siguiente, antes de ir a esa oficina, fui a lo del martillero Manelli, el subastador, en Independencia y Brown. Me atiende, le pido explicaciones del simulacro y le cuento lo sucedido y me echó diciéndome que él no podía hacer nada y que yo sabía lo que tenía que hacer. Voy a la dirección de la calle 14 de julio y me atiende un abogado, Fabián Driussi, y me pide 60.000 dólares más por el boleto de la casa de mi mamá, y me dice, con sus pies arriba del escritorio: ‘el que manda es el poderoso caballero Don Dinero’. Le pido formas de pagarlo, que era muy difícil, se ríe y me hace sacar por dos guardaespaldas que tenía. Nada pude hacer, mis viejos se enteraron en el momento que los desalojaron… Sacaron todo de casa afuera, los matones de Driussi incluidos”. Hay más, continuará
Puerto de Mar del Plata. La historia de este puerto que nació como el “puerto de la velocidad” es siempre complicada. En esta semana el club de buceo CASE propone llevar a hundimiento en el parque Cristo Rey los buques abandonados en rada en el puerto local. Estaría bueno que se dé, porque impacta positivamente en varios tópicos: limpieza sin impacto ecológico, turismo deportivo submarino, y evita costos desmesurados que implican otras opciones. Hablando del puerto, estuvo Daniel Sosa reunido con los directores de Terminal de Contenedores 2 hablando de proyectos de expansión. Sosa integra el staff del Ministerio de Seguridad, y planteó articular como marplatense para avanzar en mejoras para el puerto local.