“El Mauri” I. Tremendo personaje bizarro Mauricio Ríos, “El Mauri”, que cometía todo tipo de tropelías en esta ciudad y en Pinamar con aupamiento del poder. Llegó como prestanombre de Igor Rudy Ulloa y se vinculó con muchos actores del poder político. La indemnidad de la que gozó durante la intendencia de Gustavo Arnaldo Pulti se complicó con la llegada de Carlos Fernando Arroyo, traspié que buscó remedar cortejando al hijo intendencial que, presto a los efluvios del poder que suponía —o intuía— tenia Ríos, lo llevó a reunirse con su padre en su publico despacho. Arroyo tenía menos idea de quién era “El Mauri” que la que “Totó” García tiene de dónde queda el barrio Autódromo. Un funcionario con mucha calle y mucha noche, experto en el arte de la cocina, lo sacó al visitante, pero no llegó a evitar una foto que Ríos desplegó por todos los ámbitos del poder.
“El Mauri” II. La imagen de Ríos al lado del hombre del piloto fue una bomba para los inspectores municipales que una y otra vez caían en la parrilla “Lo de Mauri” —que era un lugar más bien asqueroso y sucio— con la intención de clausurar, recibiendo una copiosa catarata de insultos y la exhibición del contacto en el celular en el que se leía “Ritondo”. No fue lo único. También estaba el agasajar todas las noches a comisarios, políticos, y buscas de variado pelaje en “Abracadabra” . Entre los actos que se le endilgan, está la compra de una camioneta de alto precio radicada en Chaco cuyo número de motor es de difícil lectura y fiestas a todo champán en plena cuarentena estricta. Hay más, lo estamos chequeando y evaluando, dado que se nos han llenado las casillas de contacto de historias tremendas.
Se va y no firma. Todo mal en Inspección General. Elisa se va, pero aún no porque no hay reemplazo. Se corren diversas versiones, ninguna lo suficientemente sólida como para expresarla en estas líneas. En tanto, se apilan los expedientes y ya dijo “Elí” que ella no firma nada, y que se arregle el que venga a tomar el cargo. Todo es un lio a tal punto que la ordenanza que facilita habilitaciones no cursa, porque los inspectores dicen que no está reglamentada y que nadie firma nada. ¿La gente, los inversores? Bien, gracias. Eso sí, se cumple el protocolo que indica que se trabaja una semana sí, otra no. Tan así, que en la semana que no concurren, perciben igual el salario, aunque nada hagan para merecerlo.
De revelaciones y nombres propios. La columna de Carlos Pagni en la Nación tenía trotil periodístico. Nada menos que los trapicheos de Sergio Massa para armar más caja política a expensas del ciudadano de a pie, montando un aparato político en lo que, aseguran, es su máxima obsesión: ser presidente del país. Un interrogante: ¿nadie sabía lo que Pagni publicó? Alguien sabía, y por eso se público. Otro interrogante: ¿por qué Christian Ritondo, jefe de bancada de Juntos por el Cambio, no dijo ni hizo nada? Porque <em>“cerrar la grieta”</em> debe leerse como “pacto de impunidad”. Interrogante mayor para los ajenos a la comidilla del poder: ¿quién es Adrián Kochen, citado por Pagni? Se trata de un operador de Hugo Sigman, quien pertenece a distintos grupos económicos y es también esposo de Paola Juárez, periodista en el diario La Nación. Gente oscura de bajo perfil que lidera la forja de publinoteros en que se ha convertido un amplio sector de la comunicación.