A los saltos. Así anda el intendente, que ha sido descripto por uno de sus bufones, el titular de Inspección General Eduardo Bruzzeta como “el que todo lo puede”: tratando de todo poderlo. Pero trata nomás, hasta ahí llega su éxito. Gap/Perogrullo/Cospelito quiere imponer al neumonólogo Ferro como candidato amado por la sociedad. Y salvo que los marplatenses sean más “masocas” que lo que se advierte, raro sería que lo lograra. Las 53 muertes en lo que va del año hacen que no creamos lo que el intendente nos quiere hacer creer: que hay una política de seguridad para la ciudad.
Cambios. La intervención de la policía de Mar del Plata se comió un primer peón: Mario Choren, ex jefe de la DDI local. Fue una clara respuesta al reclamo del fiscal general de cámaras, Daniel Adler, quien se limpió su propia ineficacia y las de sus secretarios devenidos fiscales “ad-hoc” en las nueve causa de secuestros ocurridos en la ciudad, haciendo trascender su “preocupación” por la ineficacia policial al respecto. En horas se conocerán elementos que revelarán que la ineficacia policial ha sido en verdad ineficiencia e indolencia del fiscal Pablo Larriera para procurar la suma de elementos que los policías liderados por Choren habían acumulado en la investigación de esta banda criminal que aún acecha a Mar del Plata.
Cruces. Los que se dieron en la estación de servicio de bandera de la Shell entre activistas de Greenpeace y los dueños de la misma, la familia Fernández. Los activistas se plantaron creando un piquete en la estación, con el propósito de denunciar a Shell por explorar el Ártico en busca de petróleo, lo que, según sostiene la ONG, llevaría a la muerte al oso polar. Los Fernández, en verdad, no ven demasiada conexión entre una cosa y otra. Sí advirtieron que la obstrucción les complicaba su relación con sus clientes, por ello la emprendieron a patadas y lanzaron agua helada sobre los activistas, que ahora lloriquean en los medios por el destrato recibido. Y, si jugás con fuego, cuidate del agua helada, aunque no provenga del Ártico.
Raro. Nos relata un vecino de la ciudad: “El viernes 30 de agosto hubo un operativo de alcoholemia en Independencia y Garay. Yo andaba por la zona, había salido en el auto y tomé alcohol. Realmente, muy poco. Pero antes de subirme al auto, vi el operativo y pensé: uno nunca sabe, el control no lo pasás y las multas se hacen presentes. Entonces decidí acercarme caminando a un inspector y le pedí que me haga el control. Me contestó muy gentilmente. Raro, porque por lo general son muy maleducados, irrespetuosos y se creen con poder. Pero en fin, esta persona, muy amablemente me dijo que si me hacían el control y me daba un grado de alcohol mayor al permitido, automáticamente me tenían que retener el registro y secuestrar el auto… Cosa muy curiosa, porque si no estoy conduciendo, ¿por qué me van a multar…?”. Agrega el vecino desde el sentido común: “El sistema está muy mal diagramado. Es decir, cualquier persona que pase caminando puede ser víctima del control de alcoholemia. Por eso creo que cuando tengan que empezar a recaudar más, ahí, en ese momento van a hacer multa por cenar y tomar una copa”. Y sí. O por haberse hecho buches con enjuague bucal después de cepillarse los dientes.